Estar a la cuarta pregunta

Antiguamente, en los interrogatorios judiciales, era de fórmula realizar cuatro preguntas al imputado: ¿tenemos salud?, ¿tenemos ingenio?, ¿tenemos amores? y la temida cuarta pregunta: ¿tenemos dinero?

Aparentemente, los novatos iban contestando afirmativamente a todo, salvo cuando oían la cuarta pregunta. Cuando la indagación concernía a persona desheredada o indigente, ésta, naturalmente respondía siempre negativamente, declarándose pobre de solemnidad y si el juez, deseoso de aclarar la situación, insistía por ese lado, el interesado podía abstenerse o, mejor dicho, estar a la cuarta pregunta. La expresión, con el tiempo, vino a hacerse homóloga del estado de suma pobreza o indigencia de determinada persona.

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