La combi de las chicas

Estimado Dr. Amor:
Soy un joven consultor privado que por suerte y en estos momentos de crisis extrema, me va muy bien aconsejando a diversos empresarios nacionales y extranjeros. Me fui a trabajar a Salta. Estuve durante una semana en la ciudad capital, trabajando mucho, con muchas reuniones con mucha gente. Al llegar el sábado, y teniendo la posibilidad de tomarme ese día libre, decidí irme con mi Porche último modelo a la hermosa –así me dijeron que era- ciudad de Cachi en plena puna salteña.

Salí tempranito a la mañana, escuchando buena música y aprovechando la soledad de las rutas y caminos de la región, comencé a circular a una velocidad importante, como diría mi abuelo: “a andar fuerte”. Todo venía bien, hasta que en una curva tuve la mala suerte de morder un poco la banquina que tenía piedras y una de ellas pegó frontalmente en el tanque de nafta, generando un agujero inmenso y lógicamente una importante e irrefrenable pérdida de combustible. Eran las 4 de la tarde, a 200 kilómetros de cualquier poblado cercano, sin agua, sin comida y con mucho calor. Cuando comenzaba a escribir mi testamento, a la distancia veo una polvareda por uno de los caminos vecinales. Me paro en el medio del mismo, y hago parar al vehículo que venía, siendo este una combi con unas 12 personas adentro. Al acercarme a la ventanilla del conductor con sorpresa veo que una señora bastante mayor era la chofer de esta combi, que estaba con un “pasaje” bastante raro para ese ámbito. Le comento mi situación, y la conductora me dice que me ofrece llevarme al pueblito más cercano, distante unos 235 kilómetros. Acepto la invitación y subo a la combi. Al ir subiendo escucho: “Papito, te vamos a comer todo”. “Qué guachito lindo”, “Yeguo, de acá bajas violado”. Sin poder creer lo que escuchaba, al subir me encuentro con un lote de mujeres, donde la más joven tenía 75 años. “Buenas tardes señoras” dije con galantería e intentando entender que todo lo escuchado era un desborde de amabilidad por parte de las pasajeras. Arrancó raudamente la combi con destino supuestamente conocido. No había asientos libres así que me quedé por el medio, paradito y bastante desconfiado de semejante situación. Mientras transcurría el viaje, las señoras no dejaban de decir barbaridades sobre lo que me harían. Me ofrecían dinero, me tocaban la entre pierna, me intentaban dar besos, verdaderamente una sensación no muy agradable. A la media hora del viaje “en la combi del horror”, donde todas gritaban, se tocaban, se besaban, tres señoras bien dotadas fisicamente –y no hablo de sexo- sino de brazos estilo Mike Tyson, se paran y me dicen: “Basta pendejo, hasta acá llegás viajando de parado, ahora comienza la fiesta”. Sin poder reaccionar, me agarraron entre las tres, me amarraron los brazos y las piernas estilo Tupac Amarú, y me tiraron sobre el último asiento. A partir de ese momento, una por una fueron pasando delante de mí, totalmente desnudas, tocándome con sus manos y otras partes de sus cuerpos, algunas me besaban en todos lados, otras me realizaron felatios, y todo aquello que puedan imaginarse. Este calvario duró 200 kilómetros o 4 horas de viaje.
Me dejaron en una remota estación de servicio que no daba servicio, en un pueblo que entiendo no existe en los mapas, sin dinero, sin reloj y sin celular.
Doctor, todo esto me afectó. Me cuesta acostarme con una mujer, a pesar de que sea joven. Cuando miro mi miembro automáticamente voy y me lo lavo con fluído Espineda o similar.
No puedo mirar a mi abuela a los ojos, porque vuelve a mi memoria lo vivido con estas señoras mayores. Es más, ayer pasé por un geriátrico donde había algunas abuelitas sentadas en la puerta, y tuve que cruzar de vereda.
¿Qué debo hacer?

Joaquín G.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Respuesta del DR AMOR:

Estimado Joaquín:
Al final, ¡Cachi te dejan sin pirulín! ¡Cachi te comes alguna viejita! ¡Cachi perdés más que tu dignidad!
Es notable lo que generó en las filas de nuestros profesionales la lectura de tu consulta. Hacía mucho que durante la lectura ninguno tuvo un ataque de risa descontrolada. Al contrario todos la hemos escuchado con suma atención, generando ternura en nuestras profesionales mujeres.
Primero y principal, el circular a altas velocidades por caminos con ripio y de montaña es por demás peligroso, a pesar de tener el autazo que de decís tenés. Pero lo más incomprensible es que cuando ibas a subir a la combi y ver la caterva de viejas calientes y desbordadas, hayas subido igual. Peor todavía, cuando comenzaron con el ataque físico, ¿qué merda pensaste?  ¿Qué era una jodita para Tinelli?.
Vemos que sos bastante pesimista, porque en cuanto te la viste difícil sin tu auto, sin agua ni comida te pusiste a escribir tu testamento. ¡Qué confianza Mac Giver!
Al detallar lo que te hicieron, nos dejás con incógnitas inmensurables al comentar que te hicieron todo aquello que podamos imaginarnos. Nosotros somos profesionales, no imaginamos cosas, debemos remitirnos a los hechos contados por nuestros consultantes. ¡Turro, podés ser más explícito! Escribinos de vuelta con más detalles. ¿Tenés fotos?
Cuando decís que te cuesta tener sexo con mujeres jóvenes, después de lo que te hicieron las jovatas, no tendrías que tener problemas, carne fresca es diferente a lo que vos te comiste.
Pobre tu abuela y el resto de las abuelas del mundo. Porque un grupo de mujeres muy mayores desaforadas se sacaron las ganas con vos, no significa que toda vieja que cruces será una posible violadora serial.
Y por último, cuidado con el uso del fluído Espineda o similar –parece una publicidad antigua-. Recordá que no es vitamina, y te va a generar complicaciones difíciles de solucionar. Que te va a quedar limpito, te va a quedar limpito, pero también puede llegar a quedar chiquito, achicharradito, estilo chizito.
¡Cachi una porquería!

Dr. Amor

PD: El más veterano de nuestros profesionales pregunta cual es exactamente la ruta del encuentro.