«Adiós a la Maestra» de Almafuerte

Obrera sublime,
bendita señora:
la tarde ha llegado
también para vos.

Por Alejandro Ramirez 

¡La tarde, que dice:
descanso!…la hora
de dar a los niños
el último adiós.
Mas no desespere
la santa maestra:
no todo en el mundo
del todo se va;
usted será siempre
la brújula nuestra,
¡la sola querida
segunda mamá!
Pasando los meses,
pasando los años,
seremos adultos,
geniales tal vez…
¡mas nunca los hechos
más grandes o extraños
desfloran del todo
la eterna niñez!
En medio a los rostros
que amante conserva
la noble, la pura
memoria filial,
cual una solemne
visión de Minerva,
su imagen, señora,
tendrá su sitial.
Y allí donde quiera
la ley del ambiente
nimbar nuestras vidas,
clavar nuestra cruz,
la escuela ha de alzarse
fantásticamente,
cual una suntuosa
gran torre de luz.
¡No gima, no llore
la santa maestra:
no todo en el mundo
del todo se va;
usted será siempre
la brújula nuestra,
¡la sola querida
segunda mamá!


Almafuerte (San Justo, Argentina 3 de mayo de 1854 – La Plata, Argentina 28 de Febrero de 1917)

Conocido como Almafuerte, es Pedro Bonifacio Palacios su nombre
completo. Fue un hombre autodidacta que a pesar de su poca educación
formal (sólo cursó la escuela primaria), trabajó como profesor en
poblaciones de Buenos Aires. Abandonó esta actividad por la carencia del
título profesional. Sin embargo su facilidad para las letras le abrió el
camino para trabajar como periodista en diversos diarios.

Colaboró en la Cámara de Diputados, y en la Dirección General de
Estadísticas como bibliotecario y traductor. Sin embago dentro de su
obra literaria, abundan los errores en el uso del idioma provocados por
su escasa educación, sin que esto merme su gran inspiración.