¿Puede un anticuerpo ser dañino?

Los anticuerpos son unos agentes del sistema inmunitario que vigilan los elementos externos que entran en el cuerpo, pero su función puede ser protectora o dañina… te contamos por qué.

Debido a la reciente pandemia, se ha hablado mucho de los anticuerpos y cómo su presencia en sangre puede servir de indicador como protección contra la infección por coronavirus. Sin embargo, ¿a qué tipo de anticuerpos nos referimos? ¿Es siempre bueno tener altos niveles de todos tus anticuerpos? Y más importante, ¿son todos nuestros anticuerpos iguales?
Muchos tipos de anticuerpos para funciones muy distintas
Nuestro sistema inmunitario tiene varias líneas de defensa, y los anticuerpos forman parte de la respuesta humoral. En términos sencillos, la respuesta humoral es aquella que no está llevada a cabo por células inmunitarias, sino moléculas que se distribuyen por el organismo y que suelen detectarse en sangre. Los anticuerpos son un tipo elementos de seguridad, que patrullan por la sangre detectando si entra algo del exterior que puede suponer una amenaza para, en ese caso, dar la voz de alarma.
Los anticuerpos, o inmunoglobulinas, se clasifican según su estructura y tenemos cinco clases: IgA, IgD, IgE, IgG y IgM. Todos ellos tienen una parte que es igual y una variable que es diferente en cada clase. La parte variable es lo que determina en gran medida la función que tiene dentro del organismo, pero no podemos clasificarlos en anticuerpos buenos y malos, porque eso también dependerá de si reconocen elementos propios del organismo o del exterior.
Un ‘’fallo’’ en nuestro sistema inmunitario
Para comprender mejor la doble función que cada anticuerpo puede tener, vamos a tomar el ejemplo de las alergias. Las personas que sufren esta enfermedad, presentan anticuerpos específicos (IgE) para proteínas de alimentos o polen que en realidad no son peligrosas para nuestro organismo. Podría decirse que es un fallo de nuestro organismo por tener unas defensas que se activan ante elementos que no deberían activarse porque no van a hacernos daño. Cuando este IgE entra en contacto con su alérgeno, activa una serie de células que serán las responsables de provocar los síntomas: picor de ojos, enrojecimiento en la piel, estornudos, asma o incluso anafilaxia. Cuanto más altos sean los niveles de IgE en sangre, mayor riesgo de que los síntomas sean de mayor gravedad.
Por otro lado, una persona que no tenga alergias, lo más probable es que no presente IgE específico a casi ningún alérgeno y sus niveles totales de IgE en sangre se mantengan en un rango bajo. En el contexto de las alergias, no es conveniente tener altos niveles de anticuerpos en sangre.
Sin embargo, la situación es opuesta cuando una persona alérgica recibe un tratamiento llamado inmunoterapia, basado en modificar componentes del sistema inmunitario. Durante el proceso, los niveles de anticuerpos van a cambiar a lo largo del tiempo y un factor esencial es qué ocurre con los anticuerpos de tipo IgG. Durante las primeras semanas de inmunoterapia, en la que se expone al paciente de manera continuada al alérgeno en cuestión, los niveles de IgE en sangre pueden aumentar. Poco después, este IgE terminará por caer hasta unos niveles intermedios, aunque es posible que nunca alcance los niveles tan bajos que encontramos en personas no alérgicas.
Lo más interesante y una de las claves por las que se consigue que el paciente alcance una tolerancia al alérgeno y deje de presentar síntomas es que los niveles en sangre de otro tipo de anticuerpos, los IgG, que son específicos para el alérgeno van a incrementar a la vez que baja el IgE. En concreto, se trata de un anticuerpo conocido como IgG “bloqueador” o “neutralizante”. No todos los IgG tienen la misma función, pero si la inmunoterapia es exitosa, se consigue que estos IgG bloqueadores en sangre detecten el alérgeno mejor que IgE y así evitar la aparición de síntomas.
¿Y qué ocurre con los anticuerpos y la COVID-19?
En el caso de una infección por coronavirus o tras la vacunación, también usamos los niveles de IgG en sangre para determinar si la respuesta inmune ha tenido lugar. De nuevo, nos referimos a estos IgG neutralizantes que se encargan de detectar la amenaza del exterior, en este caso el coronavirus, y mandan las señales necesarias para deshacerse de la amenaza sin sufrir grandes daños.
Los niveles de anticuerpos en sangre pueden ser un indicador muy útil para hacernos a la idea de los procesos que lleva a cabo nuestro sistema inmunitario, pero es un simple fotograma en mitad de una película. Hay muchas otras variables que son importantes y subtipos de anticuerpos que tienen funciones muy diferentes. Por todos estos motivos, no todos los anticuerpos son iguales y la clave reside en tener los niveles adecuados de cada tipo.

Referencias:
Murphy et al. 2008. Janeway’s immunobiology. New York: Garland Science. 9th edition.
Santos et al. 2015. IgG4 inhibits peanut-induced basophil and mast cell activation in peanut-tolerant children sensitized to peanut major allergens. J Allergy Clin Immunol. doi: 10.1016/j.jaci.2015.01.012.
Kelsen et al. 2022. SARS-CoV-2 BNT162b2 vaccine-induced humoral response and reactogenicity in individuals with prior COVID-19 disease. JCI Insight. doi: 10.1172/jci.insight.155889.
Fuente: muyinteresante.es