Discusiones en mi cocina

A primera hora de la mañana, entré a la cocina, para poner a calentar la pava con agua, y así hacer lo que hago todos los días, tomar unos ricos mates, mientras leo las noticias en los diarios en Internet.

Discusiones en mi cocina por Ale Ramírez

Y mientras ponía la bombilla al mate y lo llenaba con una buena yerba misionera, escucho una especie de discusión. Alguien le reclamaba algo a otro.
Era raro, porque parecía un murmullo que por momentos subía de tono.
Sin poder entender lo que pasaba, creí que quizás era mi computadora portátil, que estaría generando ese tipo de sonidos.
Para estar seguro que el ruido de voces discutiendo no venía de mi compu, la cerré rápidamente.
Pero nada. Las voces continuaban una discusión, cada vez más acalorada.
«Estaré volviéndome loco» pensé mientras tiraba el primer chorrito de agua caliente a mi mate de calabaza.
Pero la discusión continuaba. Escuchándose con más fuerza y ya pudiendo entender lo que decían.

«Yo soy más importante que vos» decía una voz femenina.
«Pero cállate. El que corta el bacalao soy Yo» decía una voz grave y varonil.
«Sin mí, ustedes no son nada» se escuchaba responder una voz joven.
«Si. Estoy volviéndome loco» seguía pensando mientras tomaba la primer chupadita a la bombilla de mi mate. Que dicho sea de paso, ¡que rico me salió hoy!
Parado en medio de mi cocina, presté más atención que lo que venía haciendo hasta ese momento, para poder determinar, de donde salían esas voces.
Abrí la alacena de los platos, nada. De ahí no venía.
Abrí las puertitas del mueble de arriba de la heladera, y tampoco. De allí no venían las voces.
Pero al abrir el cajón de los cubiertos, ¡oh sorpresa!
Allí estaban el tenedor, la cuchara y el cuchillo, en plena discusión.
«La más importante soy yo» decía la cuchara. «Si yo no existiera, la gente no podría tomar la sopa, comer el puré, disfrutar de un flan» continuaba diciendo a viva voz.
«Mirá quién habla» respondía el cuchillo intentando callarla. «El que tiene más importancia en la cocina, soy yo. Corto la carne, las milanesas, las verduras y las frutas. Sin mí, los seres humanos no podrían directamente comer» sentenció como un profesor de universidad.
«Callensé, muertos de hambre» dijo en un tono un poco agresivo el tenedor. «Si no existiera yo, como comerían los fideos, o pincharían una aceituna, o se llevarían a la boca un raviol» decía con orgullo.
«Mirá quien lo dice. Tratá de llevar sopa a la boca de alguien, con esos pelos parados que tenés, se te escurriría toda» le dijo insultante la cuchara.
«Callate gordita panzona. Si a vos los tallarines se te caen» respondió el tenedor.

Yo no podía creer lo que estaba viendo y escuchando. Que discusión extraña.
Cada uno defendía su existir, sin considerar las funciones de los otros.
Cuando de repente escucho desde el mueble que está debajo de la pileta, «Que hablan, que el que tiene el mango acá, soy yo» dijo la sartén queriendo poner orden.
«Si no estuviera yo, como escurren la lechuga o las pastas» decía orgulloso el colador.
«Esto es increíble» dijo el cucharón. «Sin mí, no podrían ni empezar a cocinar».

Faaaaa ¡Qué lío se armó en mi cocina!
Era todos contra todos. El tenedor, retorcía sus dientes de la bronca que tenía. El cuchillo se afilaba solo refregándose en el mármol de la mesada. La cuchara saltaba de un cajón a otro. La cacerola rodaba por el suelo, corriendo a la sartén que le había sacado la lengua. El cucharón, se hacía el distraído, y mientras todos se peleaban, me tomaba mi mate.
«Bastaaaaaa, Que está pasando acá» dije en mi mejor tono.
«Esta discusión es absurda y sin sentido» dije intentando calmar los ánimos.
Todos se callaron.
Todos me miraban.
Y recorriendo con mi mirada a cada uno de los que habían estado discutiendo, dije: «Todos tienen un poco de razón. Pero deben comprender, que no es bueno pensar que somos los más importantes en un grupo».
«La convivencia en un grupo, en un equipo, a veces se hace complicada. Pensamos que el otro no hace lo que debería hacer, o que lo que el otro hace nos es tan importante, como lo es nuestra tarea. Y esto es un error».
Mientras decía esto, el colador se ponía colorado, y la cuchara miraba para otro lado, como haciéndose la distraída.
Y el cucharón, continuaba tomando de mi mate.
«En un equipo, todos somos importantes. Cada uno en su lugar, cada uno en su función, cada uno haciendo lo que le corresponde hacer. Así funciona un equipo, así es la convivencia en un grupo. Así es la vida» dije con un tono mucho más conciliador que antes.
Luego de un silencio atronador, cada uno fue a su lugar en la cocina.
Los cubiertos se metieron en el cajón de los cubiertos.
Las ollas y la sartén en el mueble debajo de la pileta.
Y el cucharón dejó de tomar mi mate y quedó sobre la mesada, esperando que yo lo lleve a su lugar en la cocina.
Listo. Todo aclarado. Todo arreglado.
Abrí nuevamente mi computadora, y comencé a cebarme un mate, ya que el que había dejado cebado, se lo había tomado el cucharón.
Comencé a leer las noticias nuevamente, cuando de muy cerquita, escucho: «El más importante soy yo, que contengo a la yerba» dijo el mate calabaza.
«Callate, gordo panzón. Si no estuviera yo, como chuparían el agua verde» dijo la bombilla.

«No. Otra vez, NOOOOOOO»

Autor: Alejandro Ramírez

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