¡Estás igual! de Ale Ramírez

Cuantas veces hemos escuchado esta frase en nuestras vidas.
Muchas, se las hemos dicho a alguien y otras, nos la han dicho a nosotros.
Una frase, que, en principio, se utilizaría para intentar quedar bien con aquel a quién se la dirigimos.

Con el paso del tiempo, todos tenemos nuestros cambios biológicos lógicos.
Menos pelo, más canas, pancita, carnes un poquito sueltas, arrugas, manchas en la piel, partes del cuerpo en zonas donde lo que estaba a una altura, ahora está más abajo, etc.
Y cuando nos encontramos con alguien que hace muchos años no vemos, al esgrimir esta frase, intentamos que la persona que la escucha, se sienta bien con él mismo.
A pesar, de que quizás, íntimamente, estemos pensando: ¡Pobre, le pasó un camión por encima!
Cuando me la dicen a mí, dependiendo de quién venga, habitualmente siento que está cargada de hipocresía, mucha ironía y un poquito de maldad.
Porque como decía antes, el tiempo pasa y los años se acumulan, realizando todo tipo de cambios externos.
Algunos muy notables, otros, disimulados debajo de la ropa.
Lógicamente, a mucha gente, les molesta e irrita ese paso del tiempo.
Luchan denodadamente contra los años, queriendo parecerse a ellos mismos, pero cuando tenían veinte años.
Gastan fortunas en tratamientos, operaciones, y vaya a saber quéotras cosas más, para tratar de borrar alguna arruguita, las carnes flojas, la cola caída, los pechos flojos, la carne del salero, y otras tantas partes de nuestro cuerpo.
Otros, además de todo esto, se visten como hace 30 años.
Pantalones más apretados de lo que deberían, camisas abiertas hasta la altura del pupo, peinados de otras épocas de la vida, calzados de “Volver al futuro”, pañuelitos al cuello, sea invierno o verano.
Una cosa es tener “actitud” de gente joven y otra, terminar siendo un elemento payasesco de una película de Mel Brooks.
Pero volviendo a la frase del título, cuando me la dicen a mí, verdaderamente, no estoy de acuerdo.
Porque yo no siento que esté igual.
No tan sólo por el aspecto físico exterior, que se nota a la legua, sino por muchos otros motivos.
Nadie está igual después del paso de unos cuantos años.
Cambiamos nuestra forma de caminar, tenemos más canas, arruguitas por doquier, en mi caso, tengo panza, y un montón de situaciones que nos generan los añitos que se quedan acurrucados en nosotros.
Pero tampoco “estoy igual”, en todo lo demás.
No soy el mismo.
Soy otro.
Verdaderamente, he cambiado.
El paso de los años, te va enseñando infinidad de cosas.
Y con ese aprendizaje, vienen los cambios que debemos tener, de acuerdo a lo que fuimos viviendo.
Al menos, los que intentamos ser inteligentes, tratamos consiente e inconscientemente, realizar estos cambios.
Las arrugas en la cara, están de tanto haberme reído.
Y siempre traté de reírme.
Especialmente en los peores momentos de mi vida.
La panza es de haber comido y bebido con mucha gente.
El haber compartido hermosos y maravillosos momentos con mi familia, amigos, conocidos y gente por conocer.
El caminar un poco más lento, es para disfrutar mi camino, viendo a mi alrededor, cosas que quizás, antes no me percataba que estaban.
El tratar de discutir menos, es parte del aprendizaje de los años.
A pesar de que el otro no tenga razón en lo que dice, para que ganar una discusión.
¿Queremos demostrar que nosotros sabemos más que el otro?
Y si logramos el objetivo de mostrarle a todos, que el otro estaba notablemente equivocado, lo único que hacemos, es ganarnos un enemigo, que estará compungido y malhumorado, por el momento vivido.
Por eso, no hay que discutir en vano.
Soy más reflexivo y, por ende, tengo más sensibilidad.
Y en esta reflexión, intento pensar un poco más, en lo que yo quiero, y no tanto en lo que los otros esperan de mí.
Suena egoísta, pero aprendí que esto es así.
Primero estamos nosotros.
Y luego, las opiniones de todos los demás que nos rodean, y que generalmente “juzgan” nuestro proceder, sin ver lo que ellos hacen.
Cada vez soy más puntual y respetuoso del tiempo de los demás.
Evito situaciones que me hacen mal o me molestan.
Basta de reuniones de consorcio, asambleas, directorios y otras yerbas.
Evito a las personas que son o, con el paso del tiempo, se han vuelto tóxicas.
Elijo con quien estar y pasar mi tiempo.
Chau a los que solamente saben joder a los otros.
Por todo esto y por muchas otras cosas, no soy el mismo.
No estoy igual.
Por eso, la próxima vez que digamos la famosa frase: “Estás igual”, pensemos un poco, todo lo que conlleva.
Y, por último, alguna vez, alguien también me dijo: “Estás más flaco”.
¿Quiere decir, que estaba gordo?
Son unos guachos.

De Ale Ramírez