Nos olvidamos de los adolescentes

Un estudio muestra que la edad en la que aparecen más trastornos mentales es a los 14 años.

Las consecuencias sociales de la pandemia han colocado a los jóvenes en una dramática situación.

Aprovechemos el debate de estos días sobre la salud mental y hablemos de los adolescentes. Si bien son muchas las personas afectadas por la pandemia y es imposible olvidar a quienes más la han sufrido o padecen, también es necesario volver, devolver, la mirada a los adolescentes, a los que en gran medida hemos olvidado este año. Los hemos creído invulnerables de manera absurda y ahora están pagando las consecuencias de nuestra ignorancia y desatención, lo que también se volverá contra nosotros, si no lo está haciendo ya. Absurdo, porque cualquier texto básico de psicología describe la adolescencia como una de las etapas más importantes en la vida, un periodo de gran vulnerabilidad que conlleva un ritmo de crecimiento y cambios acelerado. Y sabiéndolo, los hemos ignorado o hemos minimizado sus necesidades.

La investigación liderada por el Hospital Clínic concluye que la mayoría de desequilibrios se inician durante los primeros 25 años.

La adolescencia es una edad especialmente complicada. Y una investigación concreta ahonda un poco más el porqué. Según un estudio publicado en la revista Molecular Psychiatry, del grupo Naturela edad en la que aparecen más trastornos mentales es a los 14 años, cuando el cerebro experimenta cambios madurativos importantes. Los expertos reclaman repensar el sistema de salud mental, estructurado en servicios infantiles y adultos según si la persona es mayor o menor de edad.

La investigación, liderada por el Hospital Clínic de Barcelona, ha sido realizada con un metaanálisis de otros 192 estudios que incluyen 708.561 pacientes para determinar la edad en que suelen declararse los diferentes trastornos mentales. Según el estudio, la edad media en que aparece la ansiedad social es a los 13 años, la anorexia a los 17 y la depresión a los 30. Los 17 trastornos analizados afloran antes de los 35 años de media. La edad media es aquella en que el 50% de los casos aparecen antes de esta edad y la otra mitad, después. Los investigadores han observado que la mayoría de los trastornos mentales van apareciendo de forma ininterrumpida durante los primeros 25 años de vida.

Joaquim Raduá, jefe del grupo de investigación del Institut d’Investigacions Biomédiques August Pi i Sunyer (Idibaps), reclama optimizar la prevención para evitar la aparición de los trastornos o un desarrollo grave. “Si fuéramos capaces de detectar a tiempo cualquier cambio que avise de un posible trastorno mental, quizás podríamos corregirlo y conseguir que el cerebro madure de una forma sana, previniendo la aparición del trastorno”, analiza.

El hospital infantil de Sant Joan de Déu de Barcelona, el monográfico más grande de España, tiene la alerta activada desde hace semanas. Las urgencias de salud mental reciben a diario un número creciente de jóvenes que han intentado suicidarse. “Las tentativas han crecido mucho entre los adolescentes”, avisa Montse Dolz, responsable del área de Salud Mental del centro. La situación es la “punta del iceberg”, según el gerente del hospital, Manuel del Castillo, que señala “todo el sufrimiento que hay detrás de estos episodios de este colectivo en fase de crecimiento”.

Pregunta. ¿La pandemia de salud mental es una realidad?

Montse Dolz (M. D.). Podríamos decir que sí. En verano de 2020 nos llamó la atención el aumento de los trastornos de conducta alimentaria (TCA). Posteriormente se han incrementado los de las situaciones de crisis, de los cuadros más complejos. En los centros privados hay un evidente aumento de la demanda en salud mental. Los jóvenes no tienen todas las capacidades adquiridas para hacer frentes a los retos de la vida.

P. ¿Cuál es la principal demanda de jóvenes y familias?

M. D. Lo más habitual son trastornos de angustia, TCA y aquello relacionado con las tentativas de suicidio.

Los adolescentes: Sufren la distancia física de “su manada de pertenencia” (en el momento de mayor exploración humana luego de haber aprendido a caminar). Su emerger sexual, la construcción de su identidad, la validación de los pares, y la distancia necesaria de los padres… todo eso está pospuesto por el hecho de tener que estar aislados y resguardados en sus casas.

“La socialización forma parte de la vida de los jóvenes: no es una opción, es una necesidad para crecer”.

P. ¿Por qué?

M. C. Han sido uno de los grupos más perjudicados por la pandemia. Los niños y adolescentes tienen unas características propias: cuentan con menos recursos para adaptarse y están creciendo. La socialización forma parte de su vida: no es una opción, es una necesidad para crecer. Hay un momento que dejan de tener a sus padres como referentes, y ese rol lo asumen los amigos. No interaccionar con ellos durante casi un año es un problema y no sabemos el impacto que puede generar a medio plazo. Ahora que la situación está más controlada, los jóvenes necesitan más relación entre ellos, y no estoy hablando de reuniones de boliche. No es un tema de ocio, sino de desarrollo. Cada año de la adolescencia es relevante. A partir de los 40, ni nos acordamos de qué hacíamos, pero a los 14, sí. Es una época relevante, y la prueba de que algo no va bien es la llegada creciente de tantos casos a urgencias. Es la punta del iceberg.

P. ¿Hay relación entre el consumo en las redes sociales con los TCA?

M. D. Las redes no se pueden demonizar. Son una herramienta que se puede usar bien o mal. Pero en los casos de conducta alimentaria tienen un impacto grande. Hay muchas páginas y cuentas que son dañinas. En las redes las relaciones pueden ser más agresivas, y esto puede tener un impacto severo en alguien más débil.

Existen diferentes factores de riesgo para los trastornos mentales, según la psicóloga y psicoterapeuta clínica Neus García: “Principalmente es una cuestión genética y una ambiental”, explica. Raduá cita cuestiones sociales, como los “maltratos” o pertenecer a “etnias minoritarias”, lo que puede generar “discriminación”. “Hay que reducir estas adversidades”, reclama. García asegura que los primeros años de vida son clave para reducir estos riesgos: “El primer año de vida es la base de su personalidad”, analiza, “la disciplina afectuosa es lo que más ayuda a crecer a alguien. A veces se cae en la sobreprotección y esto no les prepara y no se superan las frustraciones. O al revés, los límites son demasiado agresivos y hay una falta de afecto que daña la autoestima”. Silvia Picón, especialista en trauma emocional, señala un concepto concreto: “La seguridad emocional”. “Cubrir las necesidades emocionales es básico”, analiza.

Psiquiatra y psicóloga están de acuerdo en un aspecto que a su juicio es básico: “Estamos generando generaciones cero resilientes, les hemos enseñado que el NO no existe, y es mentira; que la frustración hay que edulcorarla, y lo que hay que hacer es afrontarla; que la cultura del esfuerzo es un rollo… Todo esto hace que el niño sufra menos, pero crea personalidades más débiles a los 15, a los 16 o a los 18”, sentencia Quintero. “Son unos analfabetos emocionales, los adultos también”, añade Irene Bautista. “No estamos conectados, no sabemos lo que sentimos y vamos sobreviviendo a las demandas. Me voy encontrando mal pero no me escucho y no tengo recursos para saber qué me pasa. Los hemos sobreprotegido porque no nos gustan las emociones desagradables, pero al resolverles los problemas mermamos sus capacidades, sienten que no son capaces, comienzan a quedarse en casa, a aislarse, a no hacer nada, llega la depresión, como no tienen ganas no salen a hacer cosas y se refuerza el círculo”, explica esta experta.

Falta de resiliencia, problemas de comunicación, incapacidad para el esfuerzo, falta de autoridad, la poderosa influencia de los modelos idealizados que proliferan en las redes sociales y el poder de las críticas despiadadas, la sobreprotección y la dificultad para tolerar la incertidumbre son argumentos que se repiten. Pero todos los especialistas coinciden en que lo más peligroso es cuando el problema no se verbaliza.

Raduá incide en la importancia de ofrecer un programa de prevención “a la edad concreta” a la que comienza cada trastorno para que sea efectivo. “Ahora podemos incidir más en el momento de hacer tareas de prevención”, reivindica. Picón responde casi al instante: “El apoyo emocional es el mayor factor de prevención”. El director de la Fundación Eulália Torras de Beá, dedicada a cuidar la salud mental de niños y jóvenes, Lluís Díaz, reclama rebajar la edad en los trabajos de prevención. “Invertir en primera infancia es ahorrar sufrimientos a individuos y familias, construir una sociedad más tolerante y, por tanto, mejorar la calidad de vida de la gente”.

Cuando se detectan los trastornos mentales, la reparación debe buscarse cuanto antes, según García. “Es importante buscar un remedio con celeridad, pero depende de cada patología. Los casos de autismo son más complicados de tratar. Los desequilibrios alimentarios son costosos, pero tienen éxito, y las fobias, por ejemplo, tienen mejor solución”, concreta la psicóloga.

El tratamiento de estas patologías, sin embargo, tiene una piedra en el zapato. El sistema de salud mental está dividido mayoritariamente en dispositivos diferenciados entre menores y mayores de edad. “A partir de los 18 años, los jóvenes son derivados a otros centros, y muchos ya no siguen con el apoyo porque el cambio les incomoda”, alerta Raduá. En esta línea, Díaz reclama repensar el sistema. “Hace tiempo que creemos que el corte de 18 años es obsoleto”, lamenta. “No refleja la realidad de la clínica adolescente y de jóvenes adultos”. Díaz, sin embargo, se muestra optimista por el cambio de paradigma que vive el sector tras la pandemia. “Hay más visibilidad de la salud mental. La pandemia lo ha catalizado. Hay más consciencia del sufrimiento mental y de la necesidad de pedir ayuda”, celebra.

“En tiempos de cambios, quienes están abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo, estarán bien equipados  para un mundo que ya no existe…”

NO HAY CRISIS, HAY CAMBIOS: Y QUIEN NO CAMBIA, ENTRA EN CRISIS…

Malvina Mierez – Ricardo Labrone: Neuro-Entrenadores de Grupo Ciemec (@grupo.ciemec)