Robos a la salida del Teatro Colón: “Ojo con la cámara, acá la mano está mal”

Robos a la salida del Teatro Colón: “Ojo con la cámara, acá la mano está mal”

  • Arrebatadores y punguistas que merodean la zona de noche se aprovechan del público, sobre todo de los turistas. Sus objetivos son billeteras y celulares.
  • Clarín realizó una recorrida donde observó una inusual presencia policial, en una zona que, según vecinos y empleados, desmejoró desde la pandemia.

«Mirá, acá el tema es sencillo y está bien claro. Los pibes piden comida en avenida Corrientes, después vienen acá, al teatro, que cuando hay función está más heavy, se aprovechan de la situación, se afanan los celulares, los venden, compran falopa, están para atrás y después los ves durmiendo en hall del Banco Ciudad, en la calle Uruguay», dice un runner que vive en Tucumán y Talcahuano. «Yo me voy a correr alrededor de la plaza de Cerrito y Paraguay, que está enrejada, porque en Plaza Lavalle el tema está picante. Ahora sigo para no perder ritmo, disculpá».

No quiso dar su nombre el vecino que vive a cien metros del Teatro Colón, aunque es una voz más que reclama por mayor seguridad en los alrededores del coliseo porteño. «Andá a la calle Corrientes y vas a ver que son los mismos que vienen acá. No es ninguna ciencia, están visibles, pero no hacen nada«, se queja a la distancia, retomando su trote.

«Yo salgo sin celular, ya me robaron dos veces y aprendí la lección. Al perro lo tengo que sacar sí o sí, aunque trato de evitar ir por Viamonte o Tucumán, que son calles más desoladas». Claudia María es brasileña y vive en Buenos Aires hace dos años y con una sonrisa cómplice dice que fue víctima dos veces de los arrebatos. «La última fue el mes pasado, estaba hablando con mi madre que está en San Pablo y me arrebataron el teléfono. Me fui de mi ciudad por la ola de inseguridad y bueno, sé de qué se trata», expresa con respeto, evitando ofender.

Clarín recorrió el miércoles a la noche las adyacencias del Colón, antes, durante y después de la función de la ópera «Ariadna en Naxos«. En esas tres horas el paisaje y los testimonios resultan variopintos.

En la calle Libertad al 600, donde está la entrada a la platea y los palcos, hay buena iluminación. Muchos paseadores de perros van y vienen por esa cuadra porque «es más seguro y estamos a la vista de la seguridad del teatro». Les «llama la atención» la presencia de un patrullero en la esquina de Tucumán, vacío.

«Está desde las siete de la tarde –son pasadas las 21– pero sin policías adentro», dice uno de los recepcionistas de la puerta sobre Libertad. «Es la primera vez que yo veo un patrullero estacionado acá. Suelen pasar y siguen, pero no estacionan«, desliza el hombre que lleva ocho años trabajando en la vigilancia del teatro.Un patrullero vacío en la esquina del teatro Colón, sobre la calle Libertad, el miércoles antes de la función. Foto Federico López ClaroUn patrullero vacío en la esquina del teatro Colón, sobre la calle Libertad, el miércoles antes de la función. Foto Federico López Claro

Cuentan los dos hombres que custodian la entrada principal que el paisaje cambió rotundamente después de la pandemia. «Acá hay choreos en las tres entradas, cuando sale la gente. Están los arrebatadores, que vienen corriendo desde allá –señala hacia la Plaza Lavalle– o desde Corrientes y luego rajan para el lado de avenida Córdoba, donde está el Teatro Cervantes, que es bastante oscuro. Y chau, andá a agarrarlos», dice.

También indica que están «los profesionales del choreo», y los describe como punguistas que «vienen bien empilchados, se mimetizan con los espectadores que salen y en un segundo te roban».

«La semana pasada se dio que en dos días distintos volvieron dos personas que pensaron que se les había caído la billetera y el celular dentro del teatro, pero adentro no había nada», recuerda.Miércoles, cerca de las 23. El público abandona el Teatro Colón y cruza Plaza Lavalle, donde según los vecinos se producen arrebatos "cada vez más seguido".

Foto: Federico López Claro Miércoles, cerca de las 23. El público abandona el Teatro Colón y cruza Plaza Lavalle, donde según los vecinos se producen arrebatos «cada vez más seguido». Foto: Federico López Claro

Caminamos por Plaza Lavalle, donde la iluminación ha mejorado y se percibe un clima apacible. La noche acompaña. «Yo vivo en Viamonte y Libertad y me gusta venir para acá, está tranqui, siempre trato de estar en lugares donde hay luz y gente. Por la paralela, Talcahuano, ya es otra cosa, hay gente tirada, medio pasada de merca o de chupi, pero aquí está más despejada. Cambió mucho cuando el Gobierno de la Ciudad levantó la ranchada que se había instalado en el medio de la plaza y generaba un ambiente preocupante», cuenta Eduardo, cincuentón, que lleva una década en el barrio.

«Cuando estaban ellos, no venía a la nochecita. En ese aspecto cambió para bien, además se ve más policías haciendo rondas, pero ahora veo que hay un patrullero en la esquina del Colón».

Eduardo, el vecino, se refiere a lo que sucedió en diciembre, una semana después de la asunción de Jorge Macri, cuando la Policía de la Ciudad desalojó pacíficamente a decenas de personas que habían tomado el centro de la plaza. «En la ciudad asumimos un compromiso con los vecinos: ordenar el espacio público para que puedan volver a disfrutarlo», había dicho Macri una vez consumado el desalojo. «Estuvieron como cuatro meses y el lugar se había transformado en un asentamiento muy precario, donde te incomodaba caminar cerca en horas de la noche. Yo fui uno de los cientos de vecinos que denunciamos la situación», agregó.Momento relax. A la salida de la función, el público se saca selfies con la fachada del bello coliseo porteño de fondo. Momento relax. A la salida de la función, el público se saca selfies con la fachada del bello coliseo porteño de fondo.

Tomamos la calle Viamonte, desde Libertad a Talcahuano, y rumbeamos hacia Tucumán, Lavalle. En la esquina está el bello café Petit Colón, un emblema del barrio. Una pareja de turistas –se estima que hablan ruso– está tomando una cerveza con ingredientes. Otra persona en situación de calle les habla. Algo le dan pero los clientes agarran sus vasos, la botella y se van adentro del local. «Qué pena este lugar, mirá lo que es y no hay un alma», dice un hombre mayor que camina con su perro.

«Yo hasta hace unos años salía del cine que está acá, que se llamaba Bama y venía a tomar un cafecito pero mirá esto, es tierra de nadie. Hasta las cinco de la tarde, esas mesitas –unas diez– están siempre ocupadas, pero después no se sienta nadie, salvo algún turista que no tenga roce… Yo era cliente y el Petit Colón siempre está abierto, hoy hasta más tarde porque hay función teatral, creo que cuando no hay cierran más temprano, porque ni el loro anda por acá… Pero ver esta confitería así, con apenas una o dos mesitas ocupadas adentro, es un crimen», expresa el hombre tironeado por su mascota.

La recorrida continúa por Diagonal Norte hacia 9 de Julio. La iluminación no es la misma que sobre Libertad. Hay un vallado y detrás emerge el Obelisco. Sin embargo, esos cien metros entre el café Petit Colón y Cerrito transmiten inquietud, casi que no se ven peatones, salvo un puñado que sale del cine arte Cacodelphia, ex Bama. Nos metemos al cine, que está abierto y se está proyectando la última función. Escaleras abajo, llegamos a la boletería. Cristian, el cajero, se sobresalta un poco, pero le llevamos tranquilidad. «A esta hora no viene gente para sacar entradas», saluda con ironía.

«Yo me voy cada noche cerca de las doce, a veces un poco antes, y el paisaje aquí deja mucho que desear. Y es llamativo porque estamos a 50 metros del Obelisco, a doscientos del Colón, de Tribunales y acá enfrente tenés una estación de monitoreo de la Policía de la Ciudad, pero el ambiente es fulero, lamentablemente, es la verdad. No sólo por la inseguridad», cuenta y detalla que hay personas que orinan y defecan al lado de la puerta de ingreso. «Sabes las veces que antes de salir a la noche tuve que baldear. Es un asco».Diagonal Norte, al lado de la estación de monitoreo de la Policía de la Ciudad, frente al cine Cacodelphia. Foto Federico López ClaroDiagonal Norte, al lado de la estación de monitoreo de la Policía de la Ciudad, frente al cine Cacodelphia. Foto Federico López Claro

Mientras habla, el boletero observa un monitor con imágenes de las cámaras de seguridad del Cacodelphia. «Mirá, mirá, señala… Mirá el pibe pillando, es joda. Pero te digo que no extraña, yo noche por medio llamo al 911 para que me saquen a una o dos o tres personas que se tiran en el umbral, o a veces pasan y se quedan en el hall».

Volvemos para el Colón, donde está por terminar la función de «Ariadna en Naxos», para ser testigo de cómo se lleva a cabo la salida del público. Al arribar a la esquina de Tucumán y Libertad se encuentra con tres patrulleros. Llama la atención tanta presencia policial, cuando los hombres de la puerta habían dicho que un patrullero ya era raro. «Ojo con la cámara pibe. Acá la mano está mal», advierte al fotógrafo un hombre de seguridad vestido de traje, sobre la vereda de Plaza Lavalle, frente a la entrada del teatro.

«Hay afanos, como pasa en toda la Ciudad. Acá no es distinto, ni peor ni mejor». Nos presentamos, decimos que somos de Clarín."Hay grupitos que se aprovechan de la gente que sale del teatro en modo Colón", dice un seguridad que controla la salida del público.

Foto: Federico López Claro«Hay grupitos que se aprovechan de la gente que sale del teatro en modo Colón», dice un seguridad que controla la salida del público. Foto: Federico López Claro

«Estamos ajustando la seguridad cuando terminan las funciones, porque hay grupitos que se aprovechan de la situación, de que hay mucho turismo, de espectadores que están en modo Teatro Colón y se descuidan, y aparecen los ventajita que sacan tajada de eso. Pero venimos bien, fijate la presencia policial, esto disuade cualquier intención de delito. Queremos evitar situaciones y prevenimos a la gente, como hicimos con ustedes», asegura.

La salida del público, en gran cantidad, es saludable, tranquila. Muchos aprovechan para sacarse selfies con la fachada del teatro como fondo. Entre el público, hay policías de civil. Pero también pueden mimetizarse delincuentes «que están bien vestidos para pasar inadvertidos y actuar». Distintos grupos toman una pasarela de la Plaza Lavalle en dirección a Talcahuano, a ver si llegan al último viaje en subte. Seguimos la manada. Se escuchan voces en inglés y francés. Preguntamos y no hay paranoia, ni sensación de inseguridad en la gente. Se suceden las sesiones de fotos digitales.Las alida del público que fue a ver la  ópera "Ariadna en Naxos". Foto Federico Lopez ClaroLas alida del público que fue a ver la ópera «Ariadna en Naxos». Foto Federico Lopez Claro

Ante la consulta de Clarín, desde el Ministerio de Seguridad de la Ciudad dijeron que disponen de «un servicio de prevención de ilícitos que abarca, cuando hay funciones en el Colón, los teatros y la zona de entretenimientos de avenida Corrientes, hasta Florida y hay presencia de patrulleros, motos y personal de a pie».

Pero aseguran que no hay un operativo especial por el Colón. Entonces, ¿por qué tres móviles el miércoles? «Puede ser que haya habido algún operativo especial o hayan tenido que ir a fiscalizar dónde estaban los patrulleros. Pero no fueron para reforzar la seguridad del Colón».

«Hay que mencionar que ayudó mucho que se levantara la ranchada que estaba en Plaza Lavalle, que hoy podemos decir que es un lugar mucho más amigable para caminar. Los vecinos de la zona agradecen que hayamos podido despejar la plaza», agrega la fuente. Sobre si hubo un incremento de denuncias o quejas tanto de habitués y espectadores del Colón, como de vecinos de estas manzanas, la Comisaria 1A (Comuna 1), ubicada en Tucumán y Paraná, no registra aumento de casos.Una situación confusa, presumiblemente un auto robado y una persona que escapó corriendo, se vivió en la esquina de Talcahuano y Tucumán.

Foto: Federico López ClaroUna situación confusa, presumiblemente un auto robado y una persona que escapó corriendo, se vivió en la esquina de Talcahuano y Tucumán. Foto: Federico López Claro

«Sí hay robos y hurtos, ese barrio no está exento de que las cosas que pasan en la ciudad, pero no hay puntualmente una banda que roba en el Colón», sostienen.

Recta final de la noche de ronda de a pie. Llegamos con el fotógrafo a la esquina de Tucumán y Viamonte y, como si nos estuvieran esperando, ocurre una situación confusa. Parece una escena de película. Dos patrulleros detienen a un auto particular cuyo conductor baja y se escapa corriendo. Al lugar, a contramano por Talcahuano, acelera otro auto de la Policía de la Ciudad y uno más sin identificación se suma al operativo. Hay corridas de los uniformados que intentan dar con el presunto sospechoso. «Hay un bolso en el techo de un kiosco de diarios», grita una oficial, que alumbra con la linterna de su celular.

La esquina se llena de curiosos que observan en silencio e intentan comprender la situación. Conjeturan y sacan sus propias conclusiones pero no queda claro. Este cronista consulta con un policía en plena acción. «Detuvimos al coche y el sujeto se dio a la fuga», respondió, amable, en medio del vértigo. «Está zona es complicada. Siempre pasa algo alrededor de la plaza. Chau, me voy a dormir», se despide un transeúnte.

Fuente Clarin