Rompecabezas de Ale Ramírez

Fallecí ayer.
Estoy sentado en una habitación muy blanca.
Es tan blanca, que parece de color negro.

Enfrente a mí, hay una mesa.
Sobre ella, hay una caja.
Dice: “Tu vida”.
Es un rompecabezas.
Tiene más de 10 mil piezas.
Lo abro.
Veo esa infinita cantidad de piezas.
Hay un papel con instrucciones.
¿Instrucciones para armar un rompecabezas?
El papel, tan sólo dice: “Armá este rompecabezas, desde el principio, como fue tu vida”
Doy vuelta la caja, dejando caer todas las piezas sobre esa extensa mesa.
Son muchas piezas, y no todas tienen el mismo tamaño.
Las hay muy pequeñas y otras, son inmensas.
¿Cómo haré para poder armar este rompecabezas?
Comienzo por el principio, haciendo caso a lo escrito, en el papel de las instrucciones.
Y naturalmente, empiezo a encontrar las piezas, una por una.
Y al ir colocándolas en su lugar, fui armando los primeros recuerdos, las primeras sensaciones, los primeros sentimientos.
Y fui conformando ese rompecabezas, que a medida que iba avanzando, tomaba colores hermosos.
Aromas olvidados.
Sabores reconocibles.
Figuras indescriptibles.
Figuras y escenarios, que quizás había olvidado espontáneamente.
Otras, que, a lo mejor, quise olvidar adrede.
O que había escondido voluntariamente, en lo más recóndito de mi alma.
Avancé en el armado de este juego.
Por momentos, muy rápido.
En otros, muy lentamente.
Durante el armado, me puse triste, varias veces y en otros instantes, feliz, muy feliz.
El tiempo pasó demasiado rápido.
Pareció tan sólo un santiamén.
Llegué al final del armado de ese rompecabezas, que se llamaba “Tu vida”
En este caso, “mi vida”, la mía.
Y veo que hay algunas piezas que me faltan.
Que las perdí.
Que ya no puedo encontrarlas.
Que ya es demasiado tarde, como para poder buscarlas.
Queda armado ese rompecabezas, con algunos agujeros sin color, espacios donde no hay piezas.
Lugares, donde no tengo nada que poner.
Espontáneamente, se abre una puerta sobre mi derecha.
De ella, viene una luz resplandeciente e intensa.
Una luz con aroma a rosas.
Me levanto y voy hacia ella.
Hermoso e inolvidable momento.
Sobre la mesa, queda mi rompecabezas.
Tal cual como lo he armado.
Quedará allí.
Ya no hace falta, que lo lleve conmigo.

Por Ale Ramírez