Las Piedras de Ale Ramírez

Desde chiquitos nos damos cuenta que en el transcurso de nuestras vidas, nos encontraremos con diversas y diferentes piedras.

Algunas muy pequeñas y otras, del tamaño de un transatlántico,
Y fuera del tamaño específico que tenga cada una de ellas, las vemos o sentimos de acuerdo al lugar donde se encuentren.
Si se te mete un granito de arena en uno de los ojos, eso se sentirá como si tuviéramos una piedra del tamaño de un auto.
Y hasta no sacarla, sufrimos y sufrimos, mucho por el malestar que esto genera y otro tanto, por el temor, que ese minúsculo granito de arena genere algún tipo de lesión en nuestro ojo.
Están las piedritas que a veces se meten en nuestro calzado, y que tratamos de acomodar, pensando que tenemos mal puesta la media, o que el calzado en cuestión, tiene algo en sus costuras.
Hasta que nos percatamos, que lo que tenemos es una piedra que no nos permite transitar tranquilo, sino con molestias de todo tipo.
Hasta a veces, nos hacen renguear.
Cuando viajamos por alguna ruta o camino, están las piedras que de la nada golpean nuestro parabrisas, haciéndonos asustar y rogando que no se haya roto el vidrio, chequeamos como podemos, el estado del mismo.
¿De donde merda salen esas piedras?
Existen, también las personas, que popularmente se las denomina como “Piedras”.
Son aquellos, que, según el saber popular, generan mala suerte o cosas adversas, con su mirada o presencia en algún lugar.
Para algunos cabuleros, con tan sólo nombrarlos, la mala suerte hará estragos en ese momento.
Muchas veces, tenemos piedras colocadas en diferentes partes de nuestra vida.
Existen aquellas que las encontramos en nuestros cotidianos caminos.
Son piedras que podemos evitar, tan solo dando un volantazo en nuestro andar.
Hay otras que debemos hacer el esfuerzo de alzarlas y tirarlas a un costado, para evitar que la tengamos nuevamente en nuestro camino.
Algunas de ellas son difíciles de correr, pero trataremos de hacer lo posible para poder sacarlas de nuestro rumbo.
A veces, no podemos con ellas nosotros solos.
Debemos pedir ayuda a alguien, que nos dé una mano, para poder hacer con esa piedra, lo que corresponda.
Porque las cosas, entre dos o más, es más sencillo hacerlas.
Y mucho más reconfortante.
Las piedras, pueden venir con nosotros desde siempre, y el tiempo nos da la posibilidad de acostumbrarnos a ellas.
O pueden aparecer de la nada, sorprendiéndonos, con su inesperada presencia.
Estas últimas son las más incomodas, porque uno piensa que tiene todo el camino allanado y tranquilo y sácate, de golpe aparece una en forma imprevista, haciendo tambalear nuestra supuesta vida tranquila.
Mi madre, siempre me decía, que todos llevábamos alguna cruz cargando en nuestra espalda.
Que algunas eran pequeñas y livianas, y que otras eran grandes y pesadas.
Y que a pesar de que dichas cruces, parezcan insostenibles e imposibles de llevar, que Dios nos da las cruces que nosotros estamos en condiciones de soportar.
A pesar de que creamos que no podemos.
Estas cruces, aprendemos a llevarlas de la mejor manera, tratando de que no sean tan pesadas o difíciles.
Algunas, son tan pequeñas, que no nos damos cuenta que la llevamos o nuestro andar no es modificado en nada con su presencia.
Pero la presencia de estas cruces, es prácticamente indispensable de que existan.
En el caso de las piedras, es un poco diferente.
Porque esas piedras, no tenemos por qué llevarlas con nosotros.
Es como el grano de arena en el ojo o la piedrita en el zapato.
Tenemos la obligación de sacarlas, para poder vivir plenamente como corresponde.
Estas piedras tendrán el nombre que nosotros queramos ponerles.
Una enfermedad.
Un malrecuerdo.
Una relación tóxica.
Un mal trabajo.
Una amistad equivocada
Un momento desagradable
Una pérdida insostenible.
Una vivencia dolorosa
Durante el transcurso de mi vida, fui eliminando todas las piedras que se me fueron presentando.
Algunas fueron pesadas. Pesadísimas.
Otras, livianitas, que casi sin esfuerzo, la saqué de mi camino.
Y con este ejercicio continuo de poder determinar cuales son las piedras y como eliminarlas, aprendí que estás rocas, son parte de nuestras vidas.
No existe vida sin piedras.
Pero si existe la posibilidad de eliminarlas.
Sea como sea, y cueste lo que cueste.
Está en nosotros encontrar el camino de como hacerlo.

Les garantizo, que cuando se logra, es una sensación maravillosamente reconfortante.
No bajes la guardia.
Continúa siempre probando.
Y verás como encontrarás la forma de quitar esas piedras de tu andar cotidiano.
Y si pensás que no lo podéslograr, abrite a otros y pedí ayuda.
Siempre habrá alguien que te dará una mano.
Cualquier cosa, ya sabés donde encontrarme.

De Ale Ramírez