Foto a Contraluz de Ale Ramírez

Hoy es uno de esos días raros.
Esos que los transcurrimos como si fuera un trámite.
Sin nada importante.

Sin preocupaciones.
Sin ocuparnos de ese día.
Camino por las calles, a unos 50 centímetros del suelo.
Pero nadie me ve.
Nadie se percata de esto.
Abro bien mis ojos, pero no veo nada.
Los cierro.
Y en mi mirar se transparenta, el amarillo calor del sol de esa tarde.
El dulce aire del viento de la primavera, acaricia mi cabello, queriendo peinarlo hacia el otro lado.
Lo dejo.
Está bueno.
En esas largas calles que voy recorriendo, paso por infinidad de vidrieras y escaparates.
Ninguna llama mi atención.
Nada sobresalta a mis ojos.
Hasta que, en una esquina, veo una vieja tienda de fotografías.
Esas, donde se exponen cantidad de fotos de personas que están vestidas especialmente para la ocasión.
Lugares bien iluminados, donde todo sale perfecto.
Parejas, novios, familias, niños, algún anciano, todas las fotos son lindas.
Bien logradas.
Hechas para ese momento.
Se nota que un fotógrafo profesional las ha sacado, a pedido de la gente, que allí aparece.
Me llama la atención la cantidad de fotografías, que hay en la vidriera.
Todas lindas.
Quizás, todas casi perfectas.
Pero entre tanta luz, tanta hermosura, tal logro de perfección profesional, veo en el fondo, una pequeña foto.
Llama mi atención.
Es como que me chistara, para que la vea.
Entro al local, y me acerco a ella.
Es una foto a contraluz.
Donde se puede ver en su centro, la sensual figura de una mujer.
No puedo identificar su cara, no encuentro rasgos en su rostro,
Tan solo veo un contorno maravilloso de mujer, que atrapa mis sentidos.
Hablo con el fotógrafo que allí atiende, y le digo que quiero comprarla.
“¿Por qué?” me pregunta el anciano profesional.
“No sé. Es como, que me llamó”, respondo sin pensarlo.
“¿A Usted también?” me dice en un tono intrigante, el espontaneo vendedor.
Salgo con mi foto envuelta en papel madera, llevándola debajo de mi brazo.
Estoy como un niño con su deseado regalo de cumpleaños.
Me siento en uno de los bancos de la plaza de mi barrio.
La plaza está como siempre.
Con gente que va y viene.
Con niños jugando en las hamacas y toboganes.
Con los perros que son paseados por sus dueños.
Con la parejita que se besa, en el banco más alejado.
Pero yo estoy con mi fotografía.
Sentado en ese banco, la fotografía y yo.
Y la miro profundamente.
La protagonista, la conozco.
Estoy convencido.
A pesar del contraluz, identifico quien es.
Tiene la mirada tierna de mi mamá.
Los consejos de mi abuela.
La sonrisa de mi primera amiga.
El calor en los labios de mi primer beso enamorado.
El llanto de la niña triste.
Los ojos que me miran cuando necesito que me miren.
Tiene el dolor de la perdida.
La tristeza del abandono.
El profundo amor que siento.
La que me abraza en el mejor momento.
La que, con ternura, me observa al dormir.
La que comparte mis días y noches.
Aquella mujer, que quizás, todavía no conozco.
Aquella mujer que conocí, y ahora no está más.
Aquella, que quizás, nunca conoceré.
Estoy seguro.
Es ella.
La mujer de la foto a contraluz.
Llego a mi casa.
Guardo la foto, en un cajón del mueble del comedor.
Ahora sé, dónde encontrarla.
Es ella.
Estoy convencido.
La mujer de la foto a contraluz.

De Ale Ramirez