El mejor día de mi vida de Ale Ramírez

Estoy en la estación de trenes, a la espera del que tengo que tomar, para ir a mi trabajo.
Es temprano a la mañana, pero somos muchos los que estamos esperando en el andén, la llegada del bólido metálico que nos llevará raudamente a nuestro destino.

Al ingresar al tren, casi todos, tenemos la oportunidad de sentarnos cómodamente, pudiendo leer, dormitar o hablar, con nuestro ocasional compañero de viaje.
“Qué día de merda tengo” dice un señor de traje, que está en un asiento más adelante.
“Hoy va a ser imposible que pueda terminar de hacer todo lo que tengo que hacer” dice una agraciada señorita, muy bien vestida, que se encuentra en el asiento detrás de mí.
“Este es un día para el olvido”, comenta en voz demasiado alta, una señora mayor, que parece ser una jubilada.
Habitualmente, en mis viajes de ida al centro porteño, leo el periódico en papel.
Es una linda costumbre, a pesar de que a veces, te queden los dedos todos manchados por la tinta del diario.
Lógicamente, lo leo comenzando por la última página, que es donde están los chistes.
Pero hoy, no lo abrí.
Lo dejé doblado sobre mi falda.
Porque me puse a pensar, en los dichos que estuve escuchando dentro de ese tren, que viene cargado, no tan sólo de gente, sino de sensaciones, vivencias, y circunstancias varias.
Y rápidamente me vino esa pregunta que muchos alguna vez en la vida nos la hacemos o se la hacemos a alguien.
¿Cuál fue el mejor día de tu vida?
Calculo que vos que estás leyendo, ya comenzaste a pensar la respuesta.
Ante esta incógnita, no es sencillo responder rápidamente.
Uno se toma su tiempo, tratando de no ser injusto con las situaciones, las personas involucradas, las épocas de nuestra vida.
Y respuestas las hay tantas, como las personas a las que se le pregunta.
Dependiendo la edad del interrogado, será la respuesta a esta incógnita.
Algunos dirán:
El día que me recibí.
Cuando me casé.
El día que nació un hijo.
Cuando me gané el premio mayor en la Lotería.
Cuando pude comprar el primer auto.
El día que compré o alquilé mi casa.
Cuando me fui a vivir sólo.
El día que conseguí mi primer trabajo.
Cuando pude hacer ese viaje tan deseado.
Y todas son y serán respuestas muy válidas y muy personales.
Mientras el tren continúa su andar por los rieles recalentados por los abrazadores rayos del astro rey, pienso mi respuesta a la pregunta en cuestión.
Y esta vez, no tardo nada.
Ya aprendí.
Los años me hicieron dar cuenta.
El mejor día de mi vida, es HOY.
Porque amanecí, abrí mis ojos y vi la luz del sol.
Porque estoy andando en tren.
Porque escucho lo que dice la gente.
Porque me saludó, la señorita que atiende el kiosco.
Porque escucho el tema musical, que tararea desafinadamente mi acompañante de asiento.
Porque puedo verme al espejo.
En definitiva, es porque estoy vivo.
Y como dijo un personaje de una película argentina, de la década del 90:
“La puta, que vale la pena estar vivo”.

De Ale Ramírez