Nunca más como sushi

Estimado Dr. Amor:
Me atrevo a escribirle luego de haber leído la gran cantidad de cartas que llegan a vuestro consultorio. Tengo 20 años y estoy comenzando a desandar el camino laboral. No es fácil conseguir trabajo en la Argentina, país donde vivo, pero uno hace lo que puede, más cuando todavía no se tiene título alguno como es mi caso. Pero por suerte conseguí un trabajo en la administración de una empresa importadora y exportadora de insumos para oficinas.  A la semana de estar trabajando allí, me presentaron a la directora de la empresa, una mujer mayor, bastante mal mantenida, como “gastada” por los años. Esas mujeres que cuando uno las ve piensa que hizo de todo, pero mucho. Mucho sexo, mucho alcohol, mucho de todo.

Cuando nos presentaron, esta señora me indicó que luego quería hablar conmigo. En ese momento ví como todos mis compañeros al escuchar este diálogo, bajaron la vista y se pusieron como a trabajar con más ímpetu, con más ganas. Esa tarde fui a su despacho, y esta mujer me dijo que quería que fuéramos a almorzar al día siguiente para hablar sobre mi futuro laboral. Al comienzo me pareció extraño, que un pibe de 20 años como yo, facherito, rubio y de 1,85 mts, fuera invitado a almorzar por la directora general de la empresa en donde recién comenzaba a trabajar, pero entendí que podía ser una buena oportunidad. Al día siguiente fuimos a almorzar a un lugar japonés a comer sushi. Verdaderamente debo admitir que nunca había comido esta delicatessen oriental. Al sentarme estaba tan nervioso que empecé a probar de todo. Que un rolls de salmón, que tres nigiris, que cinco geishas de salmón. Hasta que ella rompió el hielo y me dijo: “Mirá esto es así. Si vos querés llegar a algo en esta empresa, tenemos que ir a mi departamento y tener sexo”. Guau, que franqueza, que seguridad, pensé. Me comí ocho piezas más de sushi, pensando cual debería ser mi respuesta. Le digo doctor que me puse muy nervioso. Tanto que en un momento vi una pastita verde sobre la fuente y me la metí entera en la boca. ¡Era wasabi!. Luego de tres botellas de agua con gas, mi ocasional compañera me contó que eso es para poner “un poquito” en la salsa de soja, que es un bactericida que es muy, pero muy picante. ¡Me lo podrían haber dicho antes!. Le cuento que tomamos mucho vino y terminamos con champagne. Mucho sushi, mucho alcohol y mucho wasabi, fueron la combinación explosiva que me hizo decir que sí a la invitación de ir a su departamento. Al llegar allí, vi que esta señora estaba más que caliente conmigo. Comenzó a besarme, descubriendo que tenía (ella) un aliento poco provocativo. Al instante se sacó toda la ropa y al quedar totalmente desnuda, descubrí que si la cara y el cuello los tenía arrugados, ¡no saben lo que era el resto del cuerpo!. Comenzó a toquetearme, pero nada. Pero nada de nada. El muñeco era como que estaba aletargado. ¡Qué te pasa, amorcito? Me inquirió. Y no tuve mejor idea que ser sincero y decirle que lamentablemente no podía excitarme. “No te preocupes” me dijo. “Tomate esta pastillita azul y verás como tenés una erección”. Tal cual, me tomé la pastillita con bastante agua (por la sensación post-wasabi) y luego de unos 20 minutos comenzó mi miembro a tener una erección. Y la vieja me dijo: “Vení papito, haceme tuya”. Haciendo tripa corazón y pensando en mi futuro laboral, me puse arriba de ella e intenté comenzar a tener sexo tradicional. Pero al comenzar a moverme, empecé a sentir ruidos en mi estómago. Primero fue como un brup. Luego un rubruptón. Después los ruidos fueron más fuertes y evidentes, estilo brupbrup trumputón. Y de golpe siento una tremenda necesidad de dejar escapar una flatulencia con tal mala suerte, que detrás de ella salió una cantidad de materia fecal excesivamente blanda que fue un horror. Me agarró diarrea. Al intentar incorporarme, miro la cara de esta señora que me clavaba sus ojos no pudiendo creer lo que pasaba, y cuando le voy a pedir disculpas, un eructo me genera fuertes ganas de vomitar incontenibles. Tan incontenibles, que vomite sobre el pecho de la señora.
Mañana tendría que ir a mi trabajo. No se si me dejarán entrar. Pero si puedo llegar a mi escritorio, si la veo a ella, ¿Qué le digo? ¿Le pido disculpas?. ¿Habrá sido el sushi, el alcohol, el exceso de agua, el wasabi o el Viagra que me dio a tomar?
Ayúdeme doctor, porque soy joven y quiero saber que hacer.

Mario. Castelar. Buenos Aires


Respuesta del DR AMOR:

Estimado Marito:
¡Qué difícil es conseguir y mantener un trabajo en nuestro querido país!. Pero igual no es justificativo de que hayas tomado la decisión de ir al departamento de esta señora. Cuando nos preguntas que fue lo que te hizo mal, estamos convencidos que no fue el sushi, ni el agua, ni el alcohol, ni el Viagra, ni el wasabi. Sino que fue TODO. La mezcla que hiciste fue fenomenal. ¡Cómo se te ocurre comer lo que comiste, y además mezclar alcohol con Viagra?. Nos pareció revelador la forma que nos fuiste describiendo como comenzaste a sentirte mal. La descripción de los ruidos nos pareció “encantador”.  ¿No pensaste ser “hacedor de ruidos” de algún radio teatro? Se entiende que estos debes hacerlos con la boca y no con el resto de tu cuerpo. Cuando nos dices que “hiciste de tripa corazón”, nos parece desafortunada esta frase. Porque si querías hacer algo con tu corazón, por como terminó todo, lo que menos deberías haber hecho es “tripa”.
Marito, un buen consejo, no vuelvas a esa oficina. Entendemos que quizás no vayas a pasar un buen momento allí. Pensá como te sentirías vos si una mujer, en tu departamento, en tu cama, cuando está arriba tuyo haciendo el amor se caga y vomita encima de ti. ¿La volverías a recibir con los brazos abiertos?.
No bajes los brazos y continuá buscando trabajo, que lo vas a conseguir. Pero si un jefe o jefa te invita a almorzar comida mexicana o tailandesa, entendemos que ya sabemos cual será tu respuesta…………no?
Aikido, bonsai, sensú…
Dr. Amor.

PD: Danos la dirección de esa oficina, Algunos de los profesionales del consultorio quieren corroborar el tema de las arrugas. ¿Tenía arrugas “ahí” también?