Durmiendo donde no debía

Dr amor:

Soy un diarero de la ciudad de Buenos Aires. Tengo 56 años y me levanto todos los días a las 3 de la mañana, me voy a mi kiosco de revistas para recibir los diarios bien temprano. Habitualmente mi socio me releva a las 2 de la tarde, y me voy a mi casa a descansar. Pero el otro día, mi socio tuvo un problema y me pidió si me podía quedar todo el día en el kiosco. Dicho y hecho, me quedé. Alrededor de las 8 de la noche, cerré el kiosco como corresponde a esa hora y como no me daba el tiempo para ir a casa a dormir un rato, me quedé durmiendo adentro del kiosco cerrado. Nunca lo hice, pero preferí esto a tener que estar casi sin dormir un día más. Alrededor de las 2 de la mañana, siento unos golpes en la parte posterior del kiosco.

Me despierto y escucho unas voces. “Dale amorcito, tocamela un poquito…” decía una voz masculina de una persona joven, como un adolescente. “No…..no.” contestaba una niña (por su voz al menos parecía una menor). Pero el insistía: “Dale ya esta afuera, tocala un poquito, es como un pajarito”, le decía semejante libidinoso. Y la niña repetía: No, me dá vergüenza, no….” Así estuvieron un rato. De golpe escucho a la voz masculina que decía: “Sí, así, ahora dale besitos, muchos besitos, pegale mordisquitos…” . Ya a esta altura, me estaba pegando una calentura bárbara, y me daban ganas de salir, para mirar o que se pegaran un susto espectacular. De repente, escucho a la señorita (la niña) que le dice a su compañero: “Esta bien, se querés te la re chupo, pero no acá, me da vergüenza, justo atrás del kiosco de mi viejo…”
Doctor, que hago. La mato a mi hija, lo mato a su noviecito, o me pego un tiro yo.

Bautista. Palermo. Ciudad Autónoma de Buenos Aires


Respuesta del DR AMOR:

Estimado Bautista:
Tu historia nos pareció muy interesante. Primero, ¡Qué garca tu socio!, laburaste 24 horas seguidas y para colmo, descubriste que “tu niña” es media “rapidona”. Segundo, sos medio chanchito, porque te quedaste escuchando y de paso te hiciste los ratones. Si no hubiera sido tu nena, ¿que hubieras echo?. En definitiva, todos fuimos jóvenes y estas cosas ocurren. ¿A quién no se le despertaron las ganas de que nos acaricien el birdy?. Claro que estas cosas, nunca le pasa a  nuestros hijos, sino a los de los demás. Cuando nos preguntas que hacer, en principio, no mates a nadie. Juntate a hablar con tu hija, y comentale como y donde se hacen ciertas cosas. No hay que andar tocando pajaritos por la calle, y menos con los labios. Y después, juntate a hablar con el guacho del noviecito, invitalo a tu casa, sentalo en el sillón del comedor, y con cara y voz paternal, decile que si lo encontrás de vuelta en esa situación con tu hija, le vas a cortas las bolas con un tenedor. Si el tipo sigue saliendo con la nena, además de un buen pajarito, debe tener un buen par de bolas.

Dr. Amor