Ángel Labruna

Ángel Amadeo Labruna, (Buenos Aires, 28 de septiembre de 1918 – 19 de septiembre de 1983), fue un jugador y director técnico de fútbol argentino.

Jugaba comodelantero por izquierda. Es el goleador histórico del Club Atlético River Plate. Es reconocido por la hinchada riverplatense, como el máximo ídolo del club, además es el máximo goleador de la Primera División de Argentina. Es el máximo goleador de la historia de River con 315 goles oficiales en primera división, copas nacionales y copas internacionales y es el máximo goleador del Superclasico del Fútbol Argentino con 16 goles, Además es el segundo DT más ganador de la historia del Club, donde jugó 20 años. Marcó 17 goles en 37 partidos que jugó en la Selección de su país, y 3 goles en 16 partidos que jugó en el Club Rampla Juniors de Uruguay. También es un integrante de la delantera del célebre equipo de River Plate conocido como La Máquina.
Labruna, ocupa el 26º Lugar en el ranking del Mejor jugador sudamericano del siglo XX que publicó IFFHS el 2006.
Biografía
Personal
Ángel Amadeo Labruna nació el 28 de septiembre de 1918 en el barrio de Palermo y fue allí donde mamó las dos grandes pasiones de su vida: River y los caballos de carrera. Como hincha de la banda roja, caminaba varias veces por día desde la relojería de su padre (en Las Heras entre Bustamente y Pereyra Lucena) hasta la cancha de River en Alvear y Tagle para practicar básquetbol en el club de sus amores. Hasta que finalmente se decidió por el fútbol y pasó a formar parte de las divisiones inferiores millonarias.
Como jugador
En 1939, aún juvenil, fue convocado a jugar en la Primera a raíz de una huelga de los profesionales del club por una sanción aplicada al crack de la institución, José Manuel Moreno. Y justamente le tocó vestir la casa número 10, la que usaba el “Charro”. Sus goles y excelente rendimiento determinaron que, una vez superado el conflicto, Moreno tuviera que jugar de entreala derecho porque a Labruna era imposible sacarlo.
Así se inició una carrera fantástica, que se prolongó por dos décadas en la primera de River y que terminó con 41 años, en la Navidad de 1959, porque no formaba parte del nuevo proyecto de “fútbol-espectáculo” que decidió la dirigencia millonaria con la incorporación de varios futbolistas extranjeros. En esos 20 años, Angelito se dio el gusto de integrar junto a Muñoz, Moreno, Pedernera y Loustau la delantera de la llamada “Máquina” y, compartiendo cartel con Vernazza, Prado, Walter Gómez y nuevamente Loustau, la “Maquinita” del triplete de campeonatos de 1955, 56 y 57. Esos fueron los picos de una carrera futbolística que lo destacaron por su gran capacidad goleadora, afianzada en una técnica depurada y en una guapeza sin límites. Era famoso aquello de que cuando Angelito “agachaba la joroba” (forma muy particular en que arqueaba su cuerpo) al ingresar al área, al arquero rival no le quedaba otra que ir a buscarla al fondo de la red. Sus 293 anotaciones en 515 partidos son una categórica demostración de este olfato y sentido del gol. En ese amplio período de 20 años, fue asiduo integrante de la Selección Nacional, en épocas en que nuestro representativo solo competía a nivel sudamericano, donde obtuvo los títulos en Guayaquil (1946) y Lima (1955), aunque en este caso como suplente de Enrique Omar Sívori. Cuando la Argentina volvió al ruedo mundial (Suecia 1958), también estuvo Angelito, con 39 años, para soportar un fracaso que hizo historia.
Al retirarse después de jugar 27 años en River (contabilizando sus años en inferiores), Ángel dejaba atrás una serie de cábalas que se hicieron famosas con los años, como aquella de evitar pisar la raya de cal al ingresar a la cancha y luego seguir con un trote canchero hasta el área y mandar la pelota al fondo de la red con un sobrador remate de rastrón… Esto último se lo había aconsejado Renato Cesarini en épocas de “sequía” goleadora, y significaba el preanuncio de los goles que iban a venir en el partido. Por lógica, despertaba la euforia de sus hinchas y la furia de los simpatizantes rivales. Y eso era justamente lo que buscaba y reconfortaba al notable jugador, que se llevó como un sello de distinción el haber sido el máximo goleador de los “superclásicos”, con 16 tantos.
Su carrera como jugador en la Argentina la finalizó en Platense, donde hizo un fugaz paso alternando con la función de técnico. Y aunque intentó retomarla en el Rangers chileno y en el Rampla Juniors uruguayo, los botines ya parecían pesar demasiado. Se venía el técnico.
Como director técnico
Como no podía ser de otra forma, el club que primero requirió sus servicios fue River, pero no para dirigir sus planteles sino para ser el “espía” del técnico Néstor Rossi: tenía que ver al rival inmediato de los millonarios y pormenorizar en sus fortalezas y debilidades. Angelito no se tomó muy en serio la cuestión y los informes los elaboraba el lunes leyendo los comentarios de los diarios, porque los domingos él prefería ir al hipódromo …
Intentó varias actividades comerciales y una de ellas fue la de concesionario de la confitería del club Defensores de Belgrano. En 1966, cuando estaba dedicado a eso, los dirigentes de esa institución le ofrecieron la dirección técnica del equipo, que jugaba en el ascenso y venía bastante mal. Angelito tomó al equipo último y terminó el torneo en quinto lugar, y al año siguiente fue campeón de la B, pero con una particularidad: en forma simultánea condujo técnicamente a Platense, que jugaba en Primera División y llegó a las semifinales con el Estudiantes de Zubeldía, que luego sería campeón de América a intercontinental. Allí se puso en marcha una exitosa carrera como técnico. River lo volvió a llamar en el 68 e hizo excelentes campañas pero el título no se daba, por lo que tuvo que emigrar.
Recaló en Rosario Central en julio de 1971, en donde tomó al equipo con el Torneo Metropolitano de aquel año ya empezado. Si bien el equipo estaba medianamente armado y mantenía una estructura sólida, para el siguiente campeonato Labruna metió mano: plantó un equipo más ofensivo, adelantando a Aldo Poy como delantero de punta, e hizo debutar en Primera División a Carlos Aimar, un volante central batallador, fuerte y que mostraba muy buenas condiciones. Las modificaciones tácticas dieron sus frutos, y así Labruna ganó con el club de Arroyito su primer título como director técnico en Primera División, consiguiendo el Campeonato Nacional de 1971. Aquel equipo, derrotó 1:0 a su clásico rival (Newell’s Old Boys), en la semifinal con el recordado gol de «palomita» de Aldo Pedro Poy, para luego vencer a San Lorenzo 2:1 en la final del campeonato, disputada el 22 de diciembre en cancha de Newell´s.
Como contrapartida, ese año sufrió una de las peores amarguras que un ser humano pueda padecer: la muerte de su hijo Ángel Daniel, que a esas alturas aparecía como un serio continuador de su trayectoria en la Primera de River. Luego de su exitoso paso por Central, fue técnico de Lanús, Racing Club de Avellaneda, y Chacarita Juniors, sin muchos resultados.
En 1975 lo volvieron a llamar de “su casa”. Y esta vez sí, se dio el gran gusto: cortó la racha negativa de 18 torneos y consagró a River campeón de los Torneos Metropolitano y Nacional de ese año. Ya lanzado al éxito, logró otros cuatro títulos con los millonarios, hasta que en 1981 decidió irse, rechazando la propuesta de ser manager de fútbol de la institución, que ese año contrató a Alfredo Di Stéfano como DT.
Se fue a Talleres de Córdoba y armó un equipo que siempre fue protagonista. En 1983 se hizo cargo de la dirección técnica de Argentinos Juniors y allí lo sorprendió la muerte.
Fallecimiento
Cumplía gran campaña como DT de Argentinos Juniors. Falleció el 19 de septiembre de 1983, mientras se encontraba en la habitación de un sanatorio, donde había sido sometido a una intervención quirúrgica por un problema en la vesícula, de la que se estaba recuperando satisfactoriamente. Sin embargo, cuando se preparaba para caminar junto a Ubaldo Matildo Fillol, que había ido a visitarlo, murió a consecuencia de un paro cardiaco y cayó en brazos del arquero a los 64 años de edad. Los restos fueron inhumados a las 16 horas del día 20 de septiembre en el Cementerio de Chacarita. En 1984, el compositor, poeta y filósofo Rodolfo Garavagno, publica en la Revista Millonarios, un poema dedicado a Labruna. Lo había escrito a los pocos días de su muerte. Lo paradójico, es que Garavagno es confeso hincha de Boca Juniors, e inclusive confiesa esta verdad en uno de los versos de la poesía. Su publicación tuvo un enorme éxito y promovió el lema «Rivales siempre, enemigos Nunca», que inició una suerte de convivencia amistosa y pacífica entre hinchas de River y Boca, a punto tal que hoy, a más de 30 años de ese acontecimiento, existen programas de radio y televisión como El Show del Superclásico, en el cual Lito Costa Febre, que es riverplatense, y Roberto Leto, conocido comentarista boquense, trabajan juntos. Muchos opinan que fue Garavagno el principal promotor de esta manera de convivir entre hinchas rivales. «El día que un grupo de gente de River colocó una placa recordatoria en la fatídica Puerta 12, comprendí que mi prédica dejó un buen mensaje de paz. El poema «Un Picado en El Cielo», que tiene su cuadro en el Estadio Monumental, me abrió las puertas del Club Atlético River Plate. A tal punto que yo puedo ir tranquilamente al Palco Oficial de River a disfrutar de un Superclásico», dijo Rodolfo Garavagno en un programa de televisión no hace mucho tiempo. Texto del poema:
  UN PICADO EN EL CIELO
 
  En una cancha improvisada entre las nubes
  con tribunas habitadas por estrellas
  NUESTRO SEÑOR invitó a jugar al fútbol
  a los que fueron famosos en la tierra.
 
  “Quien elige?” preguntó  la muchachada
  y designaron a Mauriño y a Moreno
  para que armaran dos buenos rejuntados
  con estilo y alma de potrero.
 
  Eliseo fue buscando a los de Boca
  mientras el Charro a los de River elegía.
  River-Boca, Boca-River ¡en el cielo!
  ¡El clásico mayor de la Argentina!
 
  Los xeneizes ya estaban preparados,
  pero el Charro, preocupado, daba vueltas
  buscando un crack definidor y habilidoso
  para poder completar el ala izquierda.
 
  Cuando nadie parecía conformarle
  una barra de cometas en la luna,
  entonando un estribillo de tablones
  le cantaron: “Ese puesto es de Labruna”.
 
  “Es verdad!” exclamó el Charro entusiasmado
  “con el Feo esto sería una milonga…
  Traigamelo, SEÑOR, nos hace falta
  ¡total el mundo ya tiene a Maradona!”.
 
  EL SEÑOR que todo sabe y todo puede
  envió a un ángel a la tierra con urgencia,
  y Labruna que charlaba con “El Pato”
  escuchó el llamado en su conciencia.
 
  “Un picado en el cielo..contra Boca?…
  ¡Por supuesto, claro que lo juego! “
  Y así fue que se marchó detrás del angel
  nada más que por ganarle a los bosteros!
 
  Angelito querido ¡te saludo!
  aunque soy y seré siempre hincha de Boca,
  porque te veo colgado de una nube
  pintarrajeando una oblícua banda roja.
 
  Rodolfo Garavagno
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81ngel_Labruna