Distemper

El distemper es el término utilizado en la literatura inglesa del también conocido como moquillo, o enfermedad de Carré, en la francesa, es una enfermedad infectocontagiosa de origen viral.

Afecta a animales de las familias Canidae, Mustelidae, Mephitidae, Hyaenidae, Ailuridae, Procyonidae, Pinnipedia, algunos Viverridae y Felidae (aunque no a los gatos domésticos, que sufren otras enfermedades, como la rinotraqueítis o la calicivirosis, que cursan con sintomatología respiratoria). De ellos, los más importantes por su relación con los seres humanos, son el perro, el hurón y el visón. El virus es un tipo de una sola hebra de ARN de la familia paramyxovirus y por lo tanto un familiar muy cercano de sarampión. A pesar de haber una vacuna contra el virus, la enfermedad sigue siendo muy común en muchas regiones del mundo.
Infección
Es una enfermedad de distribución mundial, que afecta a animales de todas las edades, siendo particularmente vulnerables tempranamente y en la vejez, donde produce un cuadro que se conocía como «encefalitis de los perros viejos».
Se transmite por el aire y mediante el contacto con fluidos corporales infectados, incluyendo comida y agua contaminados por estos fluidos. El periodo de incubación es de 14 a 18 días, aunque puede haber fiebre de tres a seis días tras la infección.
El virus del moquillo tiene un tropismo por los tejidos linfáticos, epiteliales y nerviosos. Por tanto, la características patológicas típicas incluyen depleción linfática (provocando inmunosupresión y llevando a infecciones secundarias), neumonía intersticial, encefalitis con desmielinización, e hiperqueratosis de las almohadillas plantares. El examen histológico revela cuerpos de inclusión eosinofílicos intranucleares e intracitoplasmáticos en numerosos tejidos.
Sintomatología
Los síntomas dependen de la acción directa del virus sobre los órganos o tejidos afectados y de las bacterias que proliferan en los mismos. De acuerdo con el sistema comprometido, podemos clasificarlos en:
Generales
• Fiebre, de tipo bifásico, con un aumento en el comienzo de la enfermedad, para después ceder y volver a aparecer ante la presentación de las infecciones bacterianas secundarias.
• Pérdida de apetito.
• Decaimiento general.
• Pérdida de peso.
• Deshidratación.
Respiratorios
• Descarga nasal, que varía de serosa a mucopurulenta.
• Tos.
• Disnea (dificultad respiratoria).
Oculares
• Edema de córnea (ojo rojo).
• Conjuntivitis con descarga ocular (lagañas).
• Queratitis seca, producto de la acción del virus sobre las glándulas lagrimales.
• Úlcera de córnea.
Digestivos
• Vómitos
• Diarrea.
Cutáneos
• Hiperqueratosis (endurecimiento) de las almohadillas plantares.
• Erupciones.
Dentarios
• Hipoplasia del esmalte dental
Neurológicos
• Ataxia, que puede progresar a paresia y luego parálisis.
• Tics, corea o espasmo flexor, es decir el movimiento involuntario de un músculo o un grupo de músculos, sobre todo de la cabeza y los miembros.
• Convulsiones, de tipo epileptiforme.
• Apoplejía
Un animal en particular puede presentar algunos pocos o la mayoría de los síntomas descritos, dependiendo de la gravedad de la infección. El curso de la enfermedad puede ser de sólo 10 días, pudiendo extenderse a varias semanas, y hasta meses, con períodos intermitentes de mejora seguidos de una recaída.
Diagnóstico
Los síntomas anteriores, especialmente la fiebre, los indicios respiratorios, digestivos y neurológicos y el endurecimiento de las almohadillas plantares, son una fuerte evidencia del moquillo.
Encontrar el virus por diversos métodos en las células conjuntivas del perro permite un diagnóstico definitivo.
Tratamiento
Dada la dificultad de contrarrestar al virus causante de la enfermedad, el esfuerzo debe dirigirse a paliar la sintomatología y brindar apoyo terapéutico para permitir que el animal desarrolle sus propias defensas.
No hay un tratamiento específico para el moquillo. El enfermo deberá ser tratado por un veterinario, normalmente con antibióticos para las infecciones bacterianas secundarias, fluidos hidroelectrolíticos, suplementos vitamínicos y nutricionales, y tratamientos puntuales para el tipo de síntomas presentes: mucolíticos y expectorantes para los signos respiratorios; antieméticos y antidiarreicos, para los digestivos, etc. De los signos neurológicos de posible aparición, sólo las convulsiones tienen tratamiento efectivo.
Son esenciales también, los buenos cuidados de enfermería, que atiendan al bienestar del paciente.
No obstante, algunos recomiendan el uso de azatioprina, sustancia inmunosupresora, que funcionaría como antivírico, con buenos resultados.
Aunque la gran mayoría de los individuos afectados suelen superar la enfermedad con un tratamiento oportuno y adecuado, es importante la detección temprana de la misma. El pronóstico no siempre es malo, siendo particularmente comprometido cuando aparecen la mayoría de los síntomas y signos descritos, especialmente los de tipo neurológico, y ningún tratamiento preestablecido es efectivo en todos los casos. Aun así, algunas veces el enfermo sucumbirá a pesar de todos los esfuerzos.
Prevención
Todos los animales susceptibles deberían recibir dos o más dosis de una vacuna contra el moquillo, o combinada, durante su etapa de desarrollo, entre la 6a. ó 7a. semana de edad hasta los tres o cuatro meses, y luego ser revacunados anualmente durante toda su vida. Existen en el mercado diversos tipos de ellas para perros y hurones domésticos, que en algunas jurisdicciones son obligatorias para las mascotas.
Los animales afectados, de ser posible, deben ser puestos en cuarentena, aislados de otros individuos de su especie por el tiempo que esparza el virus.
El virus se destruye en el entorno mediante limpieza rutinaria con desinfectantes, detergentes o secado. Aunque no sobrevive en el ambiente más de unas pocas horas a temperatura media (20-25 °C), sí puede hacerlo durante varias semanas a temperaturas ligeramente superiores a la de congelación.
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Moquillo