El candil

En la antigüedad, el sistema de iluminación era siempre a base del único combustible que existía: el sebo. Para ello, se utilizaba el candil. Se llamaba «candil» a cualquier recipiente que sirviera para contener el cebo.

Podía ser un cucharón en desuso, una botella, un botellón, etc. Para su encendido se utilizaba una mecha de trapo o lana, empapada en el sebo que absorbía. De esta forma se mantenía un largo rato encendida , generando una luz mortecina que apenas rompía la penumbra del rancho. Además, era mucho el olor nauseabundo que despedía esa grasa quemada. En tanto, en las estancias ya se confeccionaban velas con unos moldes que las mujeres, previa fabricación de la mecha de lana trenzada o retorcida, llenaban con sebo derretido. El descubrimiento y el uso del querosene trajo alivio en las estancias, aunque por mucho tiempo el paisano siguió utilizando sebo como combustible de su candil. El motivo era que le resultaba notablemente más barato que el querosene y para acostarse no necesitaba mucha luz, ya que en esa época el gaucho no tenía mucho para leer. Además, al llegar la noche, el paisano quedaba rápidamente dormido, luego de un extenuante día de trabajo en el campo. Todavía se pueden apreciar viejos candiles de los ranchos y antiguos veleros de estancias en los museos del interior de la Argentina. Además, existen todavía muestras de los veleros, que eran los moldes de metal dónde las mujeres fabricaban las velas.