Un instante de Alejandro Ramírez

Voy a cebarme un mate y descubro que el agua del termo, no tiene la temperatura correcta.
Está fría.

¡Qué raro! Porque cuando tomo mate, los consumo uno tras otro como cachetada de loco. Y casi nunca, se me enfría el agua.
Mientras espero que se caliente el agua en la pava eléctrica, miro por mi ventana hacia el jardín, coloreado por la vistosa primavera.
Y de repente, veo caer un pichoncito de un nido, de uno de los árboles del fondo.
Salgo corriendo hacia el jardín, apurado para tomar a ese bebé, antes de que aparezca algún gato, que tenga despierto su instinto de caza, y lo agarre.
Tomo en mis manos al poco emplumado aviador sin avión, y miro hacia arriba, donde está su nido.
Allí veo a sus hermanitos gritar y gritar por su comida, sin darse cuenta que uno de ellos, cayó al suelo.
Me subo con una escalera y pongo en su nido a este pajarillo, intentando que tenga otra oportunidad.
O que al menos, su próxima salida, sea con plumas y pudiendo volar.
Mientras me cebo el primer mate caliente del termo recién llenado, pienso que, en un instante, a ese pájaro le cambió la vida.
Porque si yo no lo hubiera visto caer, quizás un gato se lo hubiera comido.
Al verlo, pude tomarlo en mis manos, y volvió a su nido.
Al estar en su nido, tiene otra oportunidad, de continuar su vida y cumplir con los pasos de su crecimiento, para llegar a ser un pájaro con todo lo que esto conlleva.
Y todo fue en un instante.
Todo en un breve momento.
Cuando nacemos, es un instante.
Muchos me dirán que no es sí, que hubo una gestación, un embarazo de 9 meses, y luego el nacimiento.
Pero el nacimiento en sí, es tan sólo en un instante.
Aquel, que, con su billete en la mano, espera frente al televisor, el resultado del sorteo de navidad, tan sólo un instante será cuando ocurra la obtención de los números ganadores, para saber si es rico y teóricamente se le acabarán los problemas económicos, o deberá seguir trabajando y esquivando deudas, para intentar llegar a fin de mes.
Un instante es cuando se te caen las llaves en la alcantarilla de una calle, justo cuando estabas por abrir la puerta de tu auto.
Tan sólo un momento es, cuando quisiste darle tu primer beso a tu novia de la adolescencia, y justo dio vuelta la cara, porque la madre la llamó.
Un instante fue, cuando dejaste a tu hijo en el Jardín de Infantes, el primer día de colegio, y viste su carita de angustia, ante el momento de la despedida.
Tan sólo un momento es, recordar la última respuesta de ese examen tan importante, con el cual, de darlo bien, te recibías de médico.
Y tan sólo un instante, es el momento de la muerte.
En un segundo ocurre lo que a todos nos va a ocurrir.
No se puede apretar la tecla de slow y tratar de dilatar ese momento.
No se puede.
Cuando ocurre, ocurre.
Y esto puede pasar, en cualquier momento, en ningún instante, en todos los segundos.
Es así. Es repentino.
Y nadie sabe cuándo ocurrirá.
No hace mucho tiempo, vi la muerte de cerca.
Y viví ese instante doloroso.
Fueron dos suspiros los que dio y falleció.
Dos suspiros en un segundo.
En un instante.
En el recuerdo en nuestra cabeza, parece más tiempo.
Una recuerda como en una película, y nos da la sensación que fue todo más lento.
Pero, en definitiva, ocurrió rápido, sin saber cuándo, en tan solo un instante.
Que sencillo sería ahora hablarte del momento de vivir, de prestar atención al presente, sin preocuparse de un futuro incierto.
Que fácil sería hablar de carpe diem y todo eso que a muchos nos gusta compartir.
Pero esta vez, nada diré
Me quedó con vos.
Calladito, mirándote.
Escuchando este relato.
Quiero aprovechar este momento.

De Ale Ramírez