Sofocos en la menopausia: qué los causa, cómo se viven y qué hacer para sentirte mejor

Sofocos en la menopausia: qué los causa, cómo se viven y qué hacer para sentirte mejor

Primero, una oleada de calor se instala en el rostro. Luego desciende por el cuello y el pecho, como un incendio interno imposible de controlar. La ropa molesta, la piel se humedece de sudor y el corazón se acelera sin razón aparente. Puede seguirle una sensación de agobio, incomodidad o incluso vergüenza. No es fiebre. No es una enfermedad. Es una reacción común que muchas mujeres comienzan a experimentar a partir de cierta edad, y es completamente normal: y se lo conoce como un sofoco.

Según explica el número especial de Controle sus hormonas, una guía que aborda los efectos de la menopausialos sofocos —también conocidos como síntomas vasomotores— son una de las señales más características de la transición menopáusica.

Se manifiestan con una sensación repentina de calor intenso, acompañada muchas veces de sudoración, enrojecimiento facial y aceleración del ritmo cardíaco. Aunque su duración varía, estos episodios pueden extenderse desde segundos hasta varios minutos, y repetirse varias veces al día o en la noche, interfiriendo con el descanso y las actividades diarias.

Son, en realidad, una respuesta fisiológica a los cambios internos del cuerpo que, lejos de ser psicológicos o imaginarios, tienen raíces concretas en el sistema endocrino y nervioso.La disminución de estrógeno yLa disminución de estrógeno y otras hormonas desencadena los sofocos durante la perimenopausia y la menopausia – (Portada Manage Your Hormones)

El rol de las hormonas en los sofocos

Los sofocos están profundamente ligados a los cambios hormonales que ocurren durante la perimenopausia y la menopausia. El principal desencadenante es la disminución del estrógeno, una hormona que regula, entre otras funciones, la temperatura corporal a través del hipotálamo.

Con menos estrógeno disponible, el cerebro interpreta erróneamente señales térmicas normales como si fueran sobrecalentamiento, activando mecanismos de enfriamiento como la dilatación de los vasos sanguíneos y la sudoración.

Pero no solo el estrógeno está implicado. La caída de la progesterona también contribuye al desequilibrio térmico, afectando el sistema nervioso autónomo. A esto se suma la disminución de testosterona y otros esteroides sexuales que modulan la percepción del calor, el estado de ánimo y la tolerancia al estrés.

Las hormonas tiroideas también juegan un papel indirecto: tanto el hipotiroidismo como el hipertiroidismo pueden generar síntomas similares a los sofocos, como sensibilidad al calor o sudoración. Finalmente, la hormona cortisol, relacionada con el estrés, puede amplificar estos episodios, especialmente en mujeres que enfrentan altos niveles de presión emocional o alteraciones del sueño.El hipotálamo y el sistemaEl hipotálamo y el sistema nervioso central juegan un papel clave en la aparición de los sofocos menopáusicos – (Imagen Ilustrativa Infobae)

Etapas hormonales: cuándo y por qué aparecen los sofocos

Los sofocos no aparecen de forma repentina. Su aparición está asociada con un proceso progresivo de cambios hormonales que se desarrollan a lo largo de tres etapas clave: premenopausiaperimenopausia y menopausia.

  • Premenopausia: aunque aún hay menstruación regular, ya se pueden detectar fluctuaciones hormonales leves. Algunas mujeres comienzan a experimentar sensibilidad al calor, sudoraciones nocturnas o alteraciones leves del estado de ánimo, señales tempranas del cambio que se avecina.
  • Perimenopausia: esta es la fase más activa en términos de síntomas. La producción de estrógeno y progesterona se vuelve errática. Esto genera irregularidades menstruales y una termorregulación inestable. Es aquí cuando los sofocos suelen intensificarse en frecuencia e intensidad.
  • Menopausia: una vez que han pasado 12 meses sin menstruación, se considera que una mujer ha llegado a la menopausia. Aunque los niveles hormonales ya son bajos y estables, los sofocos pueden persistir durante varios años, afectando el descanso, el humor y la calidad de vida si no se tratan adecuadamente.

Estas etapas no son idénticas para todas las mujeres. Algunas pueden atravesarlas sin síntomas significativos, mientras que otras experimentan sofocos debilitantes y persistentes. La genética, el estilo de vida, el nivel de estrés y las condiciones médicas preexistentes influyen en cómo se manifiestan estos cambios.Los sofocos pueden acompañarse deLos sofocos pueden acompañarse de sudoración, palpitaciones, ansiedad, insomnio y cambios de humor – (Imagen Ilustrativa Infobae)

Más que calor: los síntomas que acompañan los sofocos

Los sofocos no son solo una sensación térmica incómoda. Vienen acompañados de un conjunto de síntomas físicos y emocionales que pueden impactar severamente la calidad de vida. Entre los más frecuentes se encuentran:

  • Sudoración intensa, especialmente en el rostro, cuello y pecho, que en casos nocturnos puede obligar a cambiar la ropa o las sábanas.
  • Palpitaciones o sensación de taquicardia, que aumentan la ansiedad en el momento del episodio.
  • Ansiedad o sensación de angustia repentina, a veces sin razón aparente.
  • Escalofríos posteriores, ya que el cuerpo intenta recuperar su equilibrio térmico.
  • Insomnio, uno de los efectos más persistentes, causado por los sofocos nocturnos o la hiperactivación del sistema nervioso.

Además, muchas mujeres reportan cambios de humor,irritabilidad, dificultad para concentrarse y fatiga crónica. Estos síntomas no siempre son entendidos por el entorno o incluso por profesionales de la salud, lo que puede llevar a subestimarlos o diagnosticarlos erróneamente como trastornos psicológicos aislados.

Afectan la vida laboral, social y emocional. Quienes los experimentan pueden evitar ciertas actividades por miedo a tener un episodio en público, lo que incrementa el aislamiento o la autopercepción negativa.El tratamiento de los sofocosEl tratamiento de los sofocos debe ser integral y adaptado a cada mujer. – Crédito Canva

El cerebro detrás del calor: el papel del hipotálamo y el sistema nervioso

Aunque los sofocos se manifiestan en la piel, el origen del problema está en el cerebro. El responsable principal es el hipotálamo, una estructura que regula funciones básicas como la temperatura corporal, el hambre, el sueño y las emociones. En condiciones normales, el hipotálamo mantiene la temperatura interna estable en un rango estrecho. Pero cuando los niveles de estrógeno bajan, este “termostato” biológico se vuelve más sensible a los cambios.

Pequeñas variaciones en la temperatura interna o factores externos —como una bebida caliente, una situación de estrés o el consumo de alcohol— pueden interpretarse como un sobrecalentamiento. En respuesta, el cerebro activa el sistema nervioso simpático: los vasos sanguíneos se dilatan, la piel se enrojece, el corazón se acelera y aparece el sudor. Es decir, el cuerpo trata de enfriarse rápidamente, como si se enfrentara a una amenaza térmica urgente.

Además, el sistema nervioso central responde a la caída hormonal alterando la regulación del cortisol, hormona del estrés, lo que agrava la intensidad de los sofocos. Por eso muchas mujeres los sienten más intensamente en momentos de tensión emocional o cuando están fatigadas.

Este enfoque neuroendocrino es clave: entender que los sofocos no son solo un problema “de hormonas” sino una alteración de la comunicación entre el sistema hormonal y el sistema nervioso permite abordajes más efectivos y personalizados.La terapia hormonal sustitutiva esLa terapia hormonal sustitutiva es el método más eficaz para reducir la frecuencia e intensidad de los sofocos – (Imagen Ilustrativa Infobae)

Cómo aliviar los sofocos: tratamientos, hábitos y soluciones reales

El tratamiento de los sofocos debe ser integral y adaptado a cada mujer. No existe una solución única, pero sí un abanico de posibilidades eficaces que van desde la terapia hormonal hasta ajustes cotidianos.

1. Terapia hormonal sustitutiva (THS): es el tratamiento más efectivo. Consiste en administrar estrógeno (solo o combinado con progesterona, si la mujer conserva el útero) en dosis personalizadas. Reduce la frecuencia e intensidad de los sofocos en pocas semanas. Sin embargo, no es recomendable en mujeres con antecedentes de cáncer hormonodependiente, trombosis o problemas hepáticos.

2. Medicamentos no hormonales: algunas mujeres no pueden —o no desean— recibir hormonas. En estos casos se utilizan:

  • ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina), como la paroxetina o fluoxetina.
  • Gabapentina, un anticonvulsivo que ayuda a estabilizar los episodios nocturnos.
  • Clonidina, un antihipertensivo que reduce los sofocos en ciertos casos.

3. Cambios en el estilo de vida:

  • Evitar disparadores: cafeína, alcohol, comidas picantes, ambientes calurosos.
  • Ropa ligera y en capas para manejar los cambios térmicos.
  • Ventilación adecuada y reducción del estrés térmico durante el sueño.
  • Actividad física moderada, que mejora la termorregulación y el ánimo.
  • Técnicas de respiración y mindfulness, útiles para calmar la activación simpática.

4. Terapias complementarias

  • Fitoterapia con isoflavonas de soja, trébol rojo o cimicífuga: su eficacia es variable, pero algunas mujeres encuentran alivio.
  • Acupunturayoga o meditación: ayudan a reducir el estrés, mejorar el sueño y estabilizar el sistema nervioso.

5. Seguimiento profesional: es fundamental que cualquier tratamiento se realice bajo supervisión médica. La autoexploración y el registro de síntomas ayudan a identificar patrones y adaptar mejor las estrategias.

PorCeleste Sawczuk

Fuente: infobae.com