- Los grupos conservadores y progresistas esconden sus estrategias para elegir al próximo Papa hasta el miércoles 7, cuando se inicia el cónclave.
- El desmayo de uno de los máximos candidatos a suceder a Francisco que nadie vio, más nombres y dos cardenales que se bajaron del encuentro.
Lo único que está claro es que los grupos progresistas y conservadores que dominarán el desarrollo del cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco han mostrado poco: están planeando y poniendo en práctica sus estrategias para conquistar el voto final de los 133 cardenales que desde el miércoles 7 de mayo se contenderán la elección del nuevo pontífice.
Hoy, en la octava congregación general a la que asistieron 180 purpurados (120 eran cardenales electores) se respiró ese clima que evita los encontronazos directos. Predomina un común deseo de mantener y mejorar la unidad de la Iglesia.
Es visible que algunos sectores mantienen muchas cartas escondidas. Los conservadores, por ejemplo, no han aún lanzado al ruedo una candidatura firme. El cardenal húngaro Peter Erdo, de 72 años, es respetado pero luce como una obligada mención de bandera.
Pero los que esperaban que “algo” mostrara cómo el ambiente se va calentando con una sorpresa, están servidos.
No es una candidatura, por el contrario luce como un suceso que cambia muchas certidumbres con un ataque a fondo para arruinar una postulación firme. El ex Secretario de Estado Pietro Parolín es el protagonista. Se difundió la noticia de que se había desmayado por un ataque de presión, que de confirmarse arruinaría la primera candidatura informal lanzada en las congregaciones generales.
Curiosamente nadie vio el incidente. Más tarde, un cardenal colombiano dijo que lo había visto y estaba bien.
El Vaticano desmintió lo de Parolín. Todos esperan verlo para estar seguros.El cardenal Luis Antonio Tagle, de lentes, y detrás suyo Pietro Parolin, ambos son candidatos a suceder a Francisco. Foto AP.
Pensando mal, una mano negra lanzó una falsa noticia para arruinar al único cardenal candidato “in pectoris”, que contaría con un buen paquete de votos. Cuarenta o cincuenta, según las versiones. Una cifra inferior al quórum de 89 sobre 133 sufragios, pero importante como punto de partida de fuerza desde el miércoles próximo. Hoy llegaron otros cinco cardenales y los presentes suman ya 129. Faltan solo cuatro.
Dos cardenales no vendrán a Roma por problemas de salud. Son el español Antonio Cañizares y el Keniano John Njue pero estaban en la cuenta de 135.
Nombrar a un Papa enfermo es una eventualidad que aterroriza a los cardinales. Recuerdan el caso de Juan Pablo I, que murió a los 33 días de haber asumido el papado de un ataque al corazón y que obligó a otro cónclave que eligió al polaco Karol Wojtyla, con fama de atleta, rebosante de salud. Esta vez no se equivocaron porque Juan Pablo II gobernó a la Iglesia durante 27 años y recorrió el mundo.
Si fue una maligna jugarreta para enterrar la candidatura de Pietro Parolín, lo que se sabe es que circuló, según el Vaticano, en sitios antiprogres en Estados Unidos y en alguno de Italia.
Si la presunta enfermedad de Parolín no queda clara, será inevitable la sensación de que las congregaciones han entrado también en una fase de venenos. Mala señal de lo que puede ocurrir más adelante.
Muchos cardenales, sobre todo los más nuevos elegidos por Francisco en las periferias existenciales de la Iglesia, son los que tienen más dificultades de comunicación. Existe un sistema de traducción en siete idiomas, pero cuando se inicie el cónclave está prevista solo una lengua oficial: el italiano.
Fuente Clarin