Tan pastor como miembro de la Curia, Robert Prevost parece ser la síntesis que buscaban los cardenales para guiar a la Iglesia en un momento bisagra para el mundo
No fue la sorpresa con la que los cardenales irrumpieron en la tarde del 13 de marzo de 2013 al elegir al “papa del fin del mundo”. Pero estuvo cerca.
Pocos imaginaban que un pontífice norteamericano sucedería a Jorge Bergoglio. Apuntaban a un papa italiano, para recuperar los orígenes de la Iglesia, o un santo padre asiático, para extender sus límites geográficos, demográficos y económicos. Finalmente fue otro religioso con el corazón en América, todas las Américas. Tan pastor como miembro de la Curia, Robert Prevost parece ser la síntesis que buscaban los cardenales para guiar a la Iglesia en sus muchos desafíos doctrinales, espirituales, políticos y económicos. Su elección y su presentación al mundo anticipan algunas claves sobre su papado.

1. El contundente mensaje de los cardenales al mundo
Ya lo había anticipado el decano de los cardenales, Giovanni Battista Re: el nuevo papa debía ser el pontífice que la “Iglesia y la humanidad necesitan en este complejo momento bisagra de la historia”. El mundo está, sin duda, en una encrucijada. El crecimiento no despega después de los traumas de la pandemia, la invasión de Ucrania, la crisis de inflación y la guerra en Medio Oriente; la desigualdad crece; el número de conflictos bélicos aumenta al punto de haberse duplicado en pocos años, y la falta de liderazgos claros conspira contra la solución de las urgencias globales.
Los 133 cardenales que entraron el miércoles en la Sixtina escucharon la prédica de Re y respondieron con una elección muy elocuente. Un emocionadísimo Robert Francis Prevost, arzobispo de Chiclayo, hombre de Francisco para América Latina, religioso muy familiarizado con cada rincón del planeta a través del Dicasterio de los Obispos y primer papa estadounidense, se hizo cargo del mensaje de sus pares apenas se presentó al mundo como León XIV.
“La paz sea con ustedes”, dijo. Con esas primeras palabras, naturales para un hombre de la Iglesia pero muy significativas hoy, dejó en claro la misión de su pontificado: “construir puentes” entre “todos los pueblos” para darle volumen a la paz en un mundo alterado como hacía mucho no lo estaba.
Los discursos inaugurales de los últimos papas anticiparon las marcas registradas de sus respectivos pontificados. “Si me equivoco, corríjanme”, dijo Juan Pablo II, al asumir, en 1978, un papado que, entre otras cosas, buscó romper con la distancia geográfica y espiritual entre el Santo Padre y sus fieles.
“Hermanos y hermanos, buenas noches”, fueron las simples e íntimas primeras palabras de Jorge Bergoglio como Francisco, en 2013, para iniciar un papado que apuntó a salir a las periferias. “El pastor con olor a rebaño”, lo definió Bergoglio más tarde.
2. ¿Una elección anticipada?
Prevost estaba hasta el miércoles en la segunda o tercera línea de los probables papables, encabezados por el italiano Pietro Parolin y por el filipino Luis Antonio Tagle. Su origen norteamericano y críticas de supuesto encubrimiento de abusos conspiraban contra su imagen de administrador eficiente –un rasgo esencial para un Vaticano de números en rojo- y su capacidad de tender puentes en una Iglesia dividida entre conservadores y progresistas.
Entró como muy improbable sorpresa y salió papa; lo mismo sucedió con Bergoglio, en 2013. Su elección, sin embargo, fue rápida, incluso más que la de Francisco, a quien los cardenales conocían del cónclave anterior, en el que ya había estado cerca del papado. Como a Joseph Ratzinger, sus pares lo eligieron en la cuarta votación, en uno de los procesos más veloces de los últimos pontificados. Pero a Prevost los cardenales no lo conocían tanto como a Ratzinger y Bergoglio.
Un cónclave corto era, para los cardenales, imperativo para proyectar al mundo la imagen de una Iglesia unida. Lo lograron. ¿Ese éxito fue el resultado de un consenso que descartó los favoritos en apenas 24 horas? ¿O ya tenían avanzada la decisión desde las congregaciones que antecedieron al cónclave?
Poco se sabe aún de la dinámica de votación dentro de la Capilla Sixtina, pero es probable –a juzgar por el resultado- que ella haya sido gestada en las congregaciones. De salida, le permite a Prevost comenzar su papado con una fuerte imagen de unidad para contrarrestar las internas que tanto agobiaron a Francisco.
3. La herencia de Francisco y la presencia de América Latina
Como era de esperar, Francisco fue también protagonista del mensaje de León XIV, señal de continuidad en algunos de los aspectos centrales del papado de su antecesor. Lo mencionó al menos dos veces en su discurso y habló de su misión y su coraje. Pero la clave de la continuidad estuvo en su afirmación de que quiere una Iglesia “sinodal”, que camine “junto a los que sufren”. Ese fue el recorrido propuesto por Bergoglio desde el inicio de su pontificado, aun cuando le valió fuertes críticas del ala conservadora de la Iglesia, que rechaza la inclusión de los laicos en la gestión y el debate de los temas esenciales para la doctrina y el futuro del catolicismo.

A lo largo de su papado, Francisco eligió a Prevost para varios puestos relevantes en la relación del Vaticano con el resto del mundo. El nuevo papa dirigió la Pontificia Comisión para América Latina y el Dicasterio para los Obispos, incluso antes de ser creado cardenal, en 2023.
La relación entre Bergoglio y Prevost está marcada por los puntos en común. Hay uno que no lo es tanto y, tal vez, insinúe una profunda diferencia. En su discurso inicial, Bergoglio ni mencionó su Argentina natal, apenas habló del “fin del mundo”. Prevost, en cambio, pasó del italiano al castellano, se emocionó y sonrió al hablar del Chiclayo que lo tuvo como arzobispo durante tanto tiempo. ¿Será el público y afectuoso recuerdo de ese origen y a esos años un indicio de una relación cercana de Prevost con una América Latina a la que eligió como región adoptiva?
4. El vínculo con el otro líder global norteamericano
El tabú que durante décadas impidió pensar en un papa norteamericano decía que Estados Unidos ya contaba con el hombre más poderoso del mundo –su presidente- y que, por lo tanto, no podía haber otro estadounidense que estuviese cerca en el podio. El tabú se rompió y ahora Donald Trump comparte con Robert Prevost el lugar de privilegio del liderazgo global. ¿Cómo convivirán en ese podio?
Ambos se proponen como hombres de paz, con voluntad de construir diálogos. Esa podría ser la mayor similitud… ¿y la única? En su discurso y en sus roles esenciales, desde Chiclayo al Vaticano, Prevost levantó banderas rechazadas por el presidente republicano y por los líderes de otros países que se unen a él en una especie de internacional conservadora. Dos en particular son cuestionadas por Trump y sus socios, entre ellos el presidente Javier Milei: la defensa de los migrantes y de la justicia social.
La primera suele ser protagonista de sus apariciones públicas; la segunda, está implícita en el nombre que escogió como papa.
León XIII, que condujo la Iglesia entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, fue el autor de Rerurm Novarum, la encíclica que alumbró la doctrina social de la Iglesia y, con ella, inauguró el debate sobre el derecho de los trabajadores y la justicia social.
Ese texto central de la Iglesia cuestiona tanto a los “socialistas que atizan el odio de los indigentes contra los ricos” y “tratan de acabar con la propiedad privada” como a los “opulentos que han impuesto el yugo de la esclavitud en una muchedumbre infinita de proletarios”. Tal vez en esa búsqueda de un camino intermedio haya una pista sobre el papado que comienza el cardenal que decidió honrar a León XIII.
Por Inés Capdevila
Fuente Lanacion