Tras el sorprendente golpe en la Galería de Apolo, la organización policial activó su protocolo para obras de arte y ya incluyó a las piezas en su registro de 57.000 objetos robados. El objetivo: cerrarles el paso en el mercado negro y facilitar su recuperación.
La cacería acaba de volverse global. A pocos días del espectacular robo de joyas de la realeza francesa en el Museo del Louvre, Interpol movió sus fichas y acaba de incluir las piezas sustraídas en su base de datos de Obras de Arte Robadas. La medida, anunciada a través de sus canales oficiales, transforma al golpe en un problema para los ladrones: a partir de ahora, cada una de esas reliquias históricas está “marcada” a nivel mundial, haciendo casi imposible su venta en el mercado legal y extremadamente riesgosa en el negro.
El golpe, digno de una película, ocurrió en uno de los lugares más emblemáticos del museo parisino: la Galería de Apolo, el hogar de los diamantes de la Corona francesa. Una vez ahí, los ladrones lograron vulnerar dos vitrinas de alta seguridad y se llevaron ocho objetos de un valor incalculable, dejando atrás un vacío no solo económico, sino histórico.

Con la inclusión de las joyas en su registro, Interpol activa una red de alerta que llega a 196 países. En un comunicado, la organización explicó el poder de esta herramienta: “Nuestra base de datos combina descripciones y fotos de casi 57.000 piezas. Es la única que existe a nivel internacional que trabaja puramente con información policial certificada sobre objetos de arte robados o desaparecidos”.
El protocolo es estricto. La información solo puede ser cargada por las oficinas de Interpol de cada país o socios estratégicos como la UNESCO. Además, un punto clave es que los objetos deben ser “totalmente identificables”. En este caso, la fama y el detalle de las joyas robadas las convierten en candidatas perfectas para este sistema.

A partir de este momento, cualquier casa de subastas, coleccionista privado, museo o autoridad aduanera del mundo puede convertirse en un detective. “Cualquier persona puede pedir ser un usuario autorizado de la base de datos para chequear en tiempo real si una pieza figura entre los objetos registrados”, detalló Interpol. La tecnología es una aliada clave: los usuarios pueden subir una foto de un objeto y el software de reconocimiento de imágenes la cotejará con las miles de piezas robadas.

De hecho, según detallaron, ningún potencial comprador podrá alegar “buena fe” o desconocimiento si adquiere una de las joyas del Louvre. La herramienta, como explica la propia organización, es clave para demostrar la “diligencia debida”, es decir, que se hizo la tarea de investigar el origen de una pieza antes de comprarla.
El botín: un tesoro histórico que trasciende el valor económico
Lo que se llevaron de la Galería de Apolo no son simplemente joyas. Son fragmentos de la historia de Francia, piezas que adornaron a reinas y emperatrices y que sobrevivieron a revoluciones y guerras. El golpe se centró en reliquias como la diadema y el collar de zafiros que pertenecieron a la reina María Amelia y a la reina Hortensia.
Entre los ocho objetos sustraídos también se encuentran un broche relicario y el “gran nudo de corsé” de la Emperatriz Eugenia. Curiosamente, en su huida, los ladrones dejaron atrás la corona de la misma emperatriz, que fue recuperada por el museo, un detalle que añade una capa extra de misterio al robo.

A partir del hecho, el conde de París emitió un comunicado donde recordaba que las joyas «no son solo reliquias familiares”, sino “una parte viva” de la historia de Francia. Para él, la tiara y el conjunto de zafiros de la reina María Amelia tienen un valor personal, ya que fueron utilizados por su propia abuela, la condesa de París.
“Son un testimonio de la elegancia y la artesanía de nuestro país. Su desaparición me toca profundamente y representa, creo, una herida profunda para el pueblo francés”, sentenció el conde.
Fuente Perfil