El cambio climático dispara las muertes por calor en Europa, pero solo el 2% se produce por causa directa: “Hay cuatro olas de calor más por década”

El cambio climático dispara las muertes por calor en Europa, pero solo el 2% se produce por causa directa: “Hay cuatro olas de calor más por década”

Los científicos Julio Díaz y Elisa Gallo señalan que las personas más vulnerables son aquellas con patologías previas, aunque juega un papel fundamental la adaptación de las viviendas y de la propia población

Las altas temperaturas ya no son una incomodidad puntual del verano. Se han convertido en un riesgo sanitario documentado, que cada año deja un número creciente de víctimas en Europa. Sin ir más lejos, un extremeño de 85 años falleció este lunes por culpa de la ola de calor en España. Algunos datos asustan. Según un estudio publicado recientemente por la revista Nature, solo en el verano de 2022 se registraron 61.672 muertes atribuibles al calor. Aunque el impacto varía entre países, el patrón es claro. El calor extremo, intensificado por el cambio climático, actúa como un factor de riesgo añadido.

“En nuestro país, la temperatura máxima diaria de los meses de verano está subiendo en media a un ritmo de 0,41 °C/década. Esto hace que las olas de calor con impacto en mortalidad estén subiendo a un ritmo de cuatro olas de calor más por década”, comenta para Infobae España Julio Díaz, científico titular en la Escuela Nacional de Sanidad en el Instituto de Salud Carlos III. Las cifras no responden a una excepción estacional, sino a una tendencia sostenida que ya ha modificado la forma en que los servicios sanitarios y urbanos abordan el verano.

Las víctimas invisibles del calor

Una persona bebe agua debidoUna persona bebe agua debido a las altas temperaturas. (Montaje Infobae/ Europa Press)

Aunque la imagen más asociada a las muertes por calor es la del golpe de calor, en realidad solo el 2 % de las muertes se produce por esa causa directa. “En general, las altas temperaturas no producen mortalidad de forma directa. Lo que hacen es agravar patologías previas existentes”, señala el científico español. Enfermedades cardiovasculares, respiratorias, renales, neurológicas o complicaciones en el embarazo se ven exacerbadas por el calor, llevando a ingresos hospitalarios e incluso al fallecimiento.

Para cuantificar la mortalidad atribuible a estos episodios, el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III ha desarrollado el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo). Este destacó que entre el 16 de mayo y el 13 de julio de 2025 se han activado 76 alertas de nivel rojo por calor extremo, frente a ninguna registrada en el mismo periodo de 2024. En ese mismo intervalo se han contabilizado 1.180 muertes atribuibles a las olas de calor, frente a las 114 registradas en el mismo periodo del año anterior.

La vulnerabilidad es multifactorial. Díaz subraya que “las personas especialmente vulnerables son aquellas que ya tienen una enfermedad previa”, y dentro de este grupo destaca “las personas mayores con enfermedades previas que viven solas”. A ellos se suman otros factores de riesgo: “trabajos al aire libre con altas temperaturas, mujeres embarazadas, personas con dependencia al alcohol y/o drogas, personas con discapacidad…”.

La geografía también incide. Según Díaz, “vivir en zonas acostumbradas a tener altas temperaturas lleva a una mejor adaptación de las viviendas y a tener unos hábitos de vida acordes”. Por el contrario, “la mayor vulnerabilidad al calor se da en aquellos lugares que no están habituados a sufrir altas temperaturas”.Una mujer se abanica porUna mujer se abanica por el calor. (Europa Press)

Desde ISGlobal (Instituto de Salud Global de Barcelona), Elisa Gallo coincide en esta visión, y añade: “Este calentamiento global se traduce también en una mayor frecuencia, duración e intensidad de los episodios de temperaturas extremas, lo cual tiene implicaciones directas sobre la salud pública”. En ciudades, este efecto se ve agravado por el fenómeno de ‘isla de calor’: “Un fenómeno que eleva aún más las temperaturas locales debido a la acumulación de calor en superficies asfaltadas y la falta de vegetación”.

Además, Gallo advierte sobre los retos sociales: “La desigualdad social es un determinante crítico, ya que el acceso a recursos de adaptación, como el aire acondicionado o viviendas adecuadas, no es equitativo”. Las áreas con mayores niveles de desigualdad presentan “un riesgo significativamente más alto de mortalidad asociada al calor”.

El cambio climático y la mala adaptación

Un estudio reciente ha demostrado que la población europea no se está ajustando a este aumento de temperaturas. “Ha habido una mala adaptación al calor en el sur y oeste de Europa, lo que significa que la población en esas regiones se está volviendo más vulnerable a las altas temperaturas”, señala Gallo. “Por otro lado, se observó cierta adaptación al frío en el norte, este y oeste de Europa”.

En el caso de España, Julio Díaz destaca que “el impacto del calor sobre la mortalidad está disminuyendo”, gracias a los planes de prevención, las mejoras en servicios sociosanitarios y en la infraestructura de viviendas. Aun así, alerta de lo que podría suceder si se frenan las medidas: “Si no hay adaptación, la mortalidad anual atribuible a las olas de calor se multiplicará por 10, es decir, se pasará a unas 13.000 muertes al año”.

Los datos del estudio Heat-related mortality in Europe during the summer of 2022 muestran que Europa es el continente que se calienta más rápido. “Entre los más afectados encontramos Italia, con 18.010 muertes durante el verano del 2022, o España, con 11.324 muertes”, recuerda Gallo. “Esto se debe a que estos países se ven más expuestos a temperaturas extremas” y a la desigualdad en la capacidad adaptativa.

Medidas de prevención

Frente a este escenario, los expertos señalan que las estrategias de aclimatación deben acelerarse. “La vulnerabilidad al calor es seis veces superior en áreas urbanas que rurales”, afirma Julio Díaz. Las razones incluyen la peor calidad de las viviendas, la contaminación y la pobreza energética. “Las mejoras en infraestructuras urbanas (zonas verdes y azules, arbolado…), la rehabilitación de las viviendas, la disminución de la pobreza energética y la educación en la denominada ‘cultura del calor’ podrían ser eficaces”.

El Ministerio de Sanidad español ha introducido cambios significativos en su estrategia. En 2024, por ejemplo, se pasó de usar un solo umbral de temperatura por provincia a establecer 182 regiones isoclimáticas y más de 1.000 observatorios meteorológicos. “Esto lleva a una mejor definición de la exposición de la población a las altas temperaturas”, explica Díaz.

Elisa Gallo también subraya la importancia de los sistemas de alerta temprana y las intervenciones comunitarias. “Las medidas preventivas que más se recomiendan incluyen la implementación de sistemas de alerta temprana que anticipen olas de calor y activen respuestas rápidas”, indica. A ello se suma “la mejora de la comunicación sobre los riesgos”, la creación de refugios climáticos y políticas urbanas que favorezcan “la expansión de espacios verdes urbanos”.

Asimismo, Gallo insiste en que la respuesta sanitaria no debe quedarse en la emergencia. “La implementación de estos protocolos es desigual a nivel europeo y existe un margen importante de mejora, especialmente en la integración del riesgo climático dentro de la planificación sanitaria”. Las evidencias apuntan a que, si bien el fenómeno del calor extremo es ya estructural, su impacto sobre la salud puede mitigarse. Para ello, la adaptación debe avanzar al ritmo del calentamiento global.

Fuente Infobae