Si yo muriera joven,
sin poder publicar libro alguno,
sin ver la cara que  tienen mis versos en letra impresa,
pido que, si se quisiesen molestar por mi  causa,
no se molesten.
Si así ocurrió, así es verdad.  
Aunque mis versos nunca sean impresos
tendrán  su propia belleza, si fueran bellos.
Pero no pueden ser bellos y quedar por  imprimir,
porque las raíces pueden estar bajo la tierra
pero las flores  florecen al aire libre y a la vista.
Tiene que ser así por fuerza. Nada puede  impedirlo.
Si yo muriera joven, oigan esto:
nunca fui sino  una criatura que jugaba.
Fui gentil como el sol y el agua,
de una religión  universal que sólo los hombres no conocen.
Fui feliz porque no perdí ninguna  cosa,
ni procuré hallar nada,
ni hallé que hubiese más explicación
que  la de que la palabra explicación no tiene ningún sentido.
No deseé sino estar al sol o a la lluvia,
al  sol cuando había sol
y a la lluvia cuando estaba lloviendo
(y nunca la  otra cosa).
Sentir calor y frío y viento,
y no ir más lejos.
Una vez amé, pensé que me amarían,
pero  no fui amado.
Pero no fui amado por la única gran razón:
porque no tenía  que ser.
Me consolé volviendo al sol y a la lluvia,
y sentándome otra vez  en la puerta de casa.
Los campos, al fin, no son tan verdes para los que son  amados
como para los que no lo son.
Sentir es estar  distraído.
Fernando Pessoa


