Cerezos en flor – Por Ale Ramírez

Desde hace tiempo, me propuse hacer las cosas que quiero hacer.

Siempre considerando que, si no jodo a nadie, vamos para adelante.

Mientras lo haga yo, con mi dinero y mi tiempo, todo está bien.

Una mañana cualquiera, de las tantas, que camino por la Avenida 9 de Julio, veía como estaban comenzando a florecer los Jacarandás.

Paré mi andar, y me quedé contemplando la hermosura de esas primeras flores, que engalanaban los días de ese noviembre cualquiera.

Siempre quise ver el espectáculo que la naturaleza presenta en las principales ciudades de Japón, cuando florecen los cerezos.

Lamentablemente, no pude hacer coincidir mis tiempos y quizás un poco de indecisión, hizo que todavía no lo haya visto.

Pero en el año 2022, tuve una irrefrenable sensación, de que era mi momento para ir a ver este acontecimiento.

Averigüé, y encontré que, en la ciudad de Washington, había más de 3 mil plantas de cerezos, que habían sido obsequiadas en su momento por el gobierno de Japón.

Todas plantadas en parques y plazas de una zona bien determinada de la ciudad.

Un organismo norteamericano, te informa casi con una rara exactitud, cuando comenzaría la floración de las plantas.

Raudamente y sin dudarlo, organicé ese viaje a los EEUU.

Era el 25 de marzo, segundo día indicado para la floración.

Mi avión carretea en la pista del aeropuerto de la ciudad capital norteamericana.

Con apuro y mucha ansiedad, me dirijo a mi hotel, que quedaba estratégicamente ubicado a tan sólo unas cuadras del lugar del espectáculo en cuestión.

Dejé mis maletas, y con lo puesto, salí a recorrer esas calles, esas plazas, esos lugares abiertos, repletos de árboles de cerezos, que explotaban de flores color rosa pálido.

Como un niño, abría mis ojos lo más posible, mirando semejante fiesta de la naturaleza, intentando absorber todo el aroma que ellas dejaban caer al aire.

Fueron dos días maravillosos de caminatas entre las plantas.

De sentarme en la orilla de uno de los lagos, y quedarme mirando cada ramillete, cada flor, cada planta, intentando descubrir, si encontraba dos iguales.

Al tercer día, al salir del hotel, me encuentro con una notable baja de la temperatura.

Una primavera demasiado fresca, con el termómetro marcando los 2 grados Celsius.

Y esto era una mala noticia para las flores que todavía se encontraban en las plantas.

Rápidamente fui a una de las zonas donde más plantas había.

Y de repente, comenzó a soplar un viento norte demasiado frío.

Su tenacidad hacía, que muchas de las flores, se dejarán vencer por la fuerza de este viento, que estaba obstinado a hacerlas caer.

Al llegar al centro de ese monte o bosque de cerezos, comencé a ver como las flores caían al suelo.

Era como si llovieran flores.

Pero caían con una gracia muy particular, como quedando suspendidas en el aire, por un tiempo mayor a lo normal.

Como desafiando a la incompasiva ley de gravedad.

Y allí me di cuenta, que esas flores eran notablemente efímeras.

Que tenían una fragilidad casi igual a su belleza.

Y esas flores, que caían sobre el manto verde que rodeaba las plantas de cerezos, me hicieron recordar lo efímera que es nuestra vida.

Al ver las flores, reconocí la vida, que se encuentra en cada sorbo del aire.

En su hermosura vi la vida misma y entendí también a la muerte.

Comprendiendo que todo ser viviente, recorre su camino, hacia la muerte.

Esas plantas tardaron un año en crear esas flores.

Las flores vivieron quizás tan solo unos 7 a 10 días.

Para morir sobre el suelo húmedo de aquella primavera demasiado fría.

Y la vida, continuará.

Sabemos que el próximo año, vendrá otra primavera, con otras nuevas flores, que alegraran a nuestros corazones.

Y serán iguales y distintas a las que ya hemos visto.

Reviviendo la alegría del nacer en cada una de ellas.

Pero sabiendo, que pronto, muy pronto, morirán.

Así es nuestra vida.

Hermosa, pero efímera.

Tenemos nuestros veranos, otoños e inviernos.

Pero siempre, tendremos nuestra primavera.

Disfrutemos de ello, mientras podamos.

Porque nuestra flor de cerezo, algún día se caerá.

Y quedaremos en el recuerdo de aquellos que nos quisieron y que nosotros quisimos.

Cuando veamos flores, pensemos en todo esto.

Olamos su aroma, intentando comprender que ese sorbo de aire, es vida pura.

En cada flor está la vida.

En cada flor está la muerte.

Pero, a pesar de todo, la vida continua, existiendo infinitas primaveras por vivir.

No dejemos que pasen nuestras primaveras, sin tomarnos el tiempo de al menos una vez, cortar esa flor, arroparla, cuidarla y protegerla, sabiendo que pronto, muy pronto, se morirá.

De Ale Ramirez