El Condimento de Ale Ramírez

Domingo a la mañana, bien temprano.
El sol ya se encuentra realizando su trabajo.
Hoy está con ímpetu, ya que está haciendo un poco más de calor que lo que debería hacer en esta época del año.

Me levanté con muchas ganas.
Con una alegría muy particular.
Salgo a la galería y quito las tapas que cubren la parrilla.
Con unas hojas de diario, limpio la parte de arriba del enrejado de la parrilla.
Ya estaba limpia, pero siempre es bueno pasarle un poco de diario, como para que quede mejor.
Parte de ese diario y otras hojas nuevas que agrego, hago el piso para comenzar a preparar todo para encender el fuego.
Pongo unas maderitas de un arrumbado cajón de manzanas que me regaló el verdulero.
Y arriba de todo, ya pongo los primeros pedazos de leña.
Hoy voy a utilizar espinillo y algunos de quebracho colorado.
Busco en la cocina la caja de fósforos Tres Patitos de 100, y enciendo el diario, empezando por detrás y luego adelante.
Y rápidamente comienza a encenderse ese fuego multicolor, arrasando con la fortaleza de las maderitas y luchando por encender los troncos del espinillo y del quebracho.
Uf. Ya hay olor a madera que comienza a quemarse.
Ya hay olor a amistad de asado.
Hoy me levante especialmente contento, porque vienen unos amigos a comer un asado.
Los que nos conocen a los argentinos, saben que nosotros entendemos y sabemos de todo.
De política, de fútbol, de medicina nuclear, de cómo cambiar los transistores a la radio portátil, de energías alternativas, de marcas de autos, y lógicamente, de hacer un buen asado.
Y sobre ese tema, podemos hablar horas.
Disentir y ponernos de acuerdo.
Cada uno tendrá su teoría y quizás, su práctica.
Mientras comienzo a “ordenar” la parrilla, poniendo todo sobre ella, voy pensando en muchas cosas que ocurren en los famosos y maravillosos asados argentinos.
Pongo los chorizos adelante, al lado las morcillas, más atrás una picaña, una colita de cuadril, acomodo las tiras de asado, cortado bien ancho.
Le pongo sal a los matambritos de cerdo y los doblo, poniéndolos atrás, en el otro costado, y acomodo como puedo las deseadas y gustosas mollejas.
Que no siempre se consiguen buenas.
Pero esta vez, están de primera.
Mientras escucho el crepitar de las primeras brasas, y comienzo a desparramarlas en el piso de la parrilla, haciendo un colorido manto caliente, ya siento el olor a abrazo fraterno que estará por ocurrir dentro de poco.
Lógicamente, si hay asado, no hay picada.
Sino, los invitados llegan “heridos” al asado.
La mesa ya está puesta, el vino en la heladera para poder servirlo un poco fresco, el pan cortado al medio, para hacer los choripanes y todo listo para recibir a los comensales.
Y a mis amigos les encantan mis asados.
Y todos se sorprenden de que cada vez, son más ricos, más sabrosos, más inconteniblemente comibles.
“¿De dónde es la carne?” siempre pregunta alguno.
¡Qué buenas que están las mollejas! Asevera el que más come.
“Me encanta el matambrito. Bien tostadito” dice el que habitualmente, se come todo.
“¡Que rico pan! ¿De qué panadería es?” dice el Gordo Ernesto, sabiendo todos que, por estos comentarios, no lo tendríamos que invitar más.
Y lo que la muchachada no sabe, es que no es la leña, no es la carne, no es el pan, ni el vino, ni las ensaladas.
Todo está hecho con un condimento muy especial.
Un condimento que en algunos lugares donde no existe y en otros, en donde se perdió.
En algunos lugares se busca y no se encuentra y en la actualidad, si hay, se lo esconde y no se lo muestra.
Un condimento que no se puede comprar y si se lo consigue pagar, no es de buena calidad.
Un condimento que, para mi vida, fue, es y será fundamental.
Estamos hablando de AMOR.
Cuando cocinamos, si lo hacemos con amor, la comida sabe más rica.
El abrazo con amor es más fuerte, más largo, más sostenible.
Si damos amor, recibiremos amor.
Si hubiera más amor en el mundo, el planeta no sería lo que es hoy.
El Amor es imprescindible para que nuestras vidas sean puras, buenas, placenteras, incontenibles, llenas e invalorables.
“¿Quedó alguna mollejita? pregunta “el flaco lombriz”, interrumpiendo una profunda charla sobre que marca de autos es la mejor en la historia del Turismo Carretera.
Y a pesar de que mis amigos no saben cuál es ese condimento que le pongo al día de asado en mi casa, ellos se dan cuenta.
Lo sienten.
Lo disfrutan.
Lo agradecen.

Por eso, recordá.
Cuando vengas a mi casa a comer un asado, no importa la leña, ni la carne, ni el pan, ni el vino, ni las ensaladas.
Lo importante será que sientas ese condimento que te brindaré ese día.
Como todos los días de mi vida.
Porque con Amor, todo es más sencillo, todos es mejor, todo es maravillosamente lindo y placentero.
Y si ves que no lo tenés, o no lo encontrás, no te intranquilices.
Tan sólo pedilo, y verás que muchos se ofrecerán a brindártelo espontáneamente.
Porque es lindo recibir Amor, pero es mucho más lindo, el poder darlo.

De Ale Ramirez