¡Te pasaste ganador!

Estimado Dr. Amor:

Tengo 18 años y recién estoy comenzando mis primeras «armas» con las mujeres. Lamentablemente mi falta de experiencia va de la mano de la inseguridad que vivimos en las grandes ciudades de Argentina, y por ende, mis padres no me dejaron salir mucho de noche, al menos hasta que cumpliera los 18 años y pudiera tener mi registro de conductor, para poder salir con el auto de mi papá. Dicho y hecho, en cuanto tuve la oportunidad, salí con el auto a «romper la noche».

Y siempre la tuve entre ojos a Marta, la vecina del piso de debajo de mi departamento, que a pesar de ser mayor que yo, siempre note mucha onda conmigo. Que miraditas en el ascensor, que me toca la mano -como sin querer- cuando al unísono nos toca abrir la puerta de calle, cuando nos encontramos en el colectivo, etc. Por eso, me animé, perdido por perdido, la invité a salir el sábado a la noche. ¿Y a que no sabe lo que me respondió…? SIIIII. Ese día, la busqué por su departamento y juntos nos fuimos en el ascensor hasta la cochera a buscar el auto de mi viejo. Ella estaba despampanante. Mini roja -bien corta- blusa negra escotada, medias caladas negras, zapatos de tacos bien altos -cosa que las piernas se contorneen más aún-. Verdadera musa del Olimpo. Nos fuimos raudamente a tomar algo. Haciéndome el Fangio, llegamos a un bar, muy bonito, con mesas en la planta baja pero reservados en el primer piso. Como soy un «ganador», nos dirigimos al piso alto, subiendo por una escalera que cruzaba todo el medio del salón. Abajo quedaban muchas mesas, donde los hombres relojeaban -sin que se dieran cuenta sus parejas- a las chicas que subían. Eso un poco me molestó, porque mi chica llevaba una mini demasiado corta. Pero bueno, ella estaba conmigo. «Ganador». Y allí comenzó todo. Nos sentamos los dos en el mismo sillón, del mismo lado. Comenzamos a charlar y a beber. Como quería impresionarla, empecé a darle al gin. Gin va, gin viene…nos comenzamos a poner cachondos. No se cuantos gines nos bebimos cada uno, pero comencé a notar que a mi me hacían más mal que bien. En tanto ella, estaba alegre, pero controlada. En un momento sentí imperiosamente la necesidad de ir a orinar, algo lógico por haber consumido tanto líquido. Pero cuando me paro, el bar comenzó a dar vueltas como si estuviera en una licuadora. Automáticamente me volví a sentar y le dije a Marta: «¿Mejor porque no pedimos algo para picar?». Solicitamos al mozo un plato abundante de salchichitas con panceta. Porque mi intención era «tirar» algo sólido al estómago, porque notaba que el alcohol me había golpeado fuerte, porque no había comido nada. Pero ella seguía demasiado bien. ¿No querés otro gincito…? pregunto Marta pellizcándome el cachete de la cara. «-Y……..bueno», dije con tono de no querer aflojar. En cuanto llegó el plato de salchichitas, empecé con mucha rapidez a consumirlas, una tras otra. Quizás demasiado rápido, pero estaba desesperado, no se me pasaba la borrachera y estaba ante semejante diosa, sin poder reponerme. Hasta que Marta me dice: «Tito, te tengo que decir algo». ¡Siempre te tuve ganas! ¡Desde que eras más chico! ¿Por qué no pagás y nos vamos a casa ya que mis viejos no van a estar, y hacemos el amor?, ¡¡ZONZITO!!. Se me dio, pensé. Y bueno, cuando uno es un ganador, es un ganador, seguí pensando. Rápidamente pagué y nos paramos para bajar, salir del bar e ir hasta el auto. Todavía bastante mareado, comenzamos a bajar la hermosa y amplia escalera. Lógicamente, bajaba mirando a los turros que debajo de la escalera pispiaban a las piernas de Marta, hasta que al llegar a la mitad de la misma, sentí un profundo dolor de vientre y comencé a vomitar. Apuntaba para un lado, y salían como 10 litros de líquido, apuntaba para el otro lado, y salían las 30 salchichitas que había comido, apunte hacia atrás, y se la pegue en la falda de Marta. Todavía no puedo comprender varias cosas:
a) De dónde salía tanta cantidad de líquido y sólido.
b) Porque más de un parroquiano me puteó y me quiso romper el alma a trompadas.
c) Porque Marta se fue corriendo y nunca más atendió el teléfono -al menos si soy yo quien llama-.
Doctor, me siento mal por lo que ocurrió y quisiera un comentario al respecto.

Tito de Ciudad Autónoma de Bs.As.


Respuesta del DR AMOR:

Tito:

Con mucha atención hemos leído y analizado tu carta. Y a pesar de la cantidad de profesionales que componen mi equipo de trabajo -mujeres y hombres- después de varias jornadas de labor, llegamos a una conclusión unánime: «¡sos un perejil!». Pero a no bajar los brazos. Debés considerar que esto es una experiencia más de tu joven vida. Todos esperamos que hayas aprendido varias cosas con todo esto que te ocurrió. En principio debes considerar que la bebida no te hace ni más piola ni más nada, sino que el exceso te hace mal -y muy mal-. Además, la chica había salido con vos, porque le gustabas y no porque quería verte beber como un troglodita aparentando ser un latin lover criollo. Pero lo más importante y lo que tenés que pensar es: «¿Te imaginaste ya todo el tiempo que perdiste sin abordar a Martita?» «Tuviste el ideal de cualquier joven de tu edad, una vecina del piso de abajo, que esté fuerte, y que además esté caliente con uno…» Por favor, dejá de usar los anteojos de cuero, y trata de animarte un poquito más.

Dr. Amor

PD: Con los muchachos del consultorio, este viernes, nos vamos de copas……¿querés venir? ¡Perejil!