Hasta que las velas no ardan

Este dicho popular se originó en los prostíbulos, en épocas en que no existía la luz eléctrica y los relojes eran objetos de lujo.

La madama le entregaba a cada cliente una o varias velas, según lo pagado por el servicio de las señoritas “de compañía”. Cuando las velas se consumían, significaba que el turno había concluido. Quiere decir que el sexo se había pactado «hasta que las velas no ardan» –estén totalmente apagadas-. En la actualidad se utiliza cuando se indica que una fiesta, festejo o alguna reunión duró hasta el máximo del tiempo pensado o permitido.