Siento…luego existo

Las “tripas”, las entrañas, son el comportamiento visceral de nuestra conciencia. Algunas veces sentimos en nuestras tripas antes de ser capaces de identificar y poner en palabras nuestras emociones…

En muchas ocasiones, las tripas empujan, actúan y expresan por nosotros aquello que está a punto de hacerse consciente y que nos intimida o asusta “Hablan de la verdad cuando nos empeñamos en negarla”.

No sabemos exactamente en qué momento de la historia humana se empieza a tratar el tema de las tripas (la función intestinal en particular) como algo tremendamente vergonzoso y poco ético; algo que no merece ser digno de atención y menos de ser comentado en el ámbito social. Las funciones digestivas son asuntos corporales muy íntimos y poco entendibles para nosotros mismos; la digestión tiene su propio curso con múltiples programas internos y de recuerdos desagradables. En general, estamos muy condicionados por el ambiente social y familiar, donde la opinión y el juicio de otros tienen una importancia tremenda y predomina la naturalidad. Nuestra conducta digestiva también sufre la influencia social, educativa y familiar.

El sistema digestivo “el intestino-tu otro cerebro”, posee una red extensa de neuronas, que se encuentran entre las dos capas musculares de sus paredes. La estructura de las neuronas digestivas es totalmente idéntica a la estructura de las neuronas cerebrales y tienen la capacidad de liberar los mismos neurotransmisores, hormonas y moléculas químicas.  El sistema nervioso entérico (SNE) o nuestro segundo cerebro, “no es una metáfora”; es un término oficial aceptado por la sociedad médica.

La importancia del sistema nervioso entérico se ha puesto de manifiesto hace relativamente poco tiempo, con la publicación de los estudios de Michael Gershon, profesor y director del Departamento de Anatomía y Biología Celular de la Universidad de Colombia, en Nueva York, y precursor de la nueva ciencia denominada neurogastroenterología”. Esta nueva disciplina estudia los síntomas de los trastornos psicosomáticos con expresión gastrointestinal, y los relaciona con el sistema nervioso central. El doctor M. Gershon estudió y analizó a fondo, durante 30 años de su carrera científica, la actitud y las conductas de las tripas humanas, y consiguió confirmar que nuestro sistema nervioso tiene su propia actividad cerebral e inteligencia.

Según los nuevos datos, la cifra de neuronas que se encuentran en la red del intestino delgado llega a situarse en nada menos que 100 millones. Esta cifra representa, por ejemplo, un número considerablemente mayor que las neuronas de la médula espinal. El cerebro de las tripas es la mayor fábrica responsable de la producción y del almacenamiento de las sustancias químicas conocidas como neurotransmisores, la mayoría de los cuales son idénticos a los que se encuentran en el sistema nervioso central (SNC), tales como la acetilcolina, la dopamina y la seretonina. Estas sustancias regulan nuestro ánimo, bienestar emocional y psicológico, y constituyen un grupo de sustancias esenciales para la correcta comunicación entre las neuronas y el sistema de vigilancia. Representan a las “palabras” en el idioma neuronal.

Gershon reveló que el 90% de la seretonina (la famosa hormona de la felicidad y del bienestar corporal) se produce y se almacena en el intestino. Allí regula los movimientos peristálticos y la transmisión sensorial, y solamente el 10% restante de la seretonina del cuerpo se sintetiza en las neuronas del sistema nervioso central, es decir, en el cerebro superior. Esta cantidad mínima de seretonina cerebral tiene una importancia vital para el ser humano, cumple diversas funciones, tales como la regulación del estado de ánimo (la sensación de calma y bienestar), el apetito, el sueño, la contracción muscular, e interviene en funciones cognitivas como la memoria y el aprendizaje. La seretonina es “un mensajero de felicidad”.

Antes de esta revelación, el mundo científico no se fijaba demasiado en este aspecto de los intestinos y no apreciaba mucho la red nerviosa que los recorre. El concepto vigente era que el cerebro superior predominaba con sus decisiones y que influía de forma unidireccional en el sistema digestivo. El proceso se dirigía desde el cerebro hacia la periferia. No obstante, las observaciones científicas del profesor Gershon nos permiten, en la actualidad, considerar que existe un proceso de influencia en ambos sentidos; una comunicación continua entre dos cerebros: el que se encuentra en nuestro cráneo y el otro, hermano suyo, que reside en las tripas (intestinos).

Para muchas personas ya está muy claro que con el estrés , la tensión, las tareas y las responsabilidades interminables, el cuerpo y la mente se cansan, se agotan, con lo cual las funciones sistémicas del cuerpo empiezan a fallar (y en primer lugar las digestivas y las psicológicas), comenzando con procesos inflamatorios a nivel celular ocasionando en nuestro cuerpo, hinchazón abdominal, estreñimiento, pesadez digestiva, cólicos, diarreas, un sinfín de malestares físicos que poco a poco nos conducen a contraer enfermedades, la más común en estos casos es el de síndrome de colon irritable, por ejemplo.

Influencia emocional en ambos sentidos: Aquí detallaré algunos ejemplos de cómo el cerebro superior influye en la digestión y viceversa, como así también mostrar los efectos de la conducta digestiva sobre el pensamiento y el ánimo.

·         Una situación de miedo o de tensión fuerte puede provocar vómitos o diarrea.

·         Una sensación de soledad, frustración o baja autoestima; son estados psicológicos que influyen en el metabolismo y en los complejos procesos digestivos, pueden provocar falta de apetito, disgusto, ocasionando una digestión lenta y molesta. Aunque es más frecuente que esta “falta crónica de felicidad” se manifieste con un cuadro de ansiedad y una conducta compulsiva hacia la comida, apareciendo la necesidad de comer sin control en las horas críticas que son la media tarde y la noche. La forma compulsiva y descontrolada de comer (y en especial los hidratos de carbono) provoca una liberación rápida de hormonas y sustancias químicas en ambos cerebros, que induce una sensación transitoria de bienestar y de satisfacción.

·         Un estreñimiento acompañado de su hinchazón, te hace sentir que tu vida es pesada y problemática (la misma sensación que tu estómago). Te quita las ganas de realizar actividades sociales y físicas. Este estado puede suponer una falta de seretonina (o una baja sensibilidad a esta hormona) producida por las neuronas del cerebro intestinal; esto limita la motilidad muscular digestiva y a su vez provoca una carencia de emociones positivas. Por otro lado, el tránsito lento intestinal aumenta la sobrecarga tóxica del organismo.

·         Una acumulación de todas las emociones en las tripas, es frecuente en las personas controladoras y perfeccionistas; es como si la central del control sobre sus vidas estuviese en los intestinos y con esta actitud llegan a generar un estreñimiento especialmente grave y resistente a los tratamientos clásicos.

Existe una conexión entre la psique y el estómago, muchas molestias intestinales podrían explicarse por el incorrecto funcionamiento del “cerebro intestinal”, o por interferencias en la comunicación con el cerebro superior. En el cerebro de las tripas (intestinos) pueden originarse el miedo, la ansiedad, la fobia, el control excesivo, la obsesión, la ira, entre otros. El cerebro intestinal desempeña un papel importante en la felicidad y en las miserias humanas, aunque poca gente sepa que lo tiene…

El sistema digestivo detecta, procesa, canaliza y genera las emociones. ”Sentimos con la tripa”: con la tripa (intestinos) somatizamos las emociones y el estrés, presentimos e intuimos muchos hechos; dentro de ella ocultamos los miedos y guardamos los recuerdos infantiles. Notamos un cosquilleo placentero que invade la barriga al recibir una buena noticia, sabemos también que situaciones de tensión y de miedo hacen que el estómago se encoja dándonos la sensación que un ratón corre por nuestras entrañas. La reacción emocional puede llegar a producir náuseas, vómitos, diarrea o, por el contrario, bloquear todas las funciones digestivas. El estrés, la ansiedad emocional o la depresión son indicadores activos ante un síndrome de colon irritable, está altamente vinculado al estado psicoemocional de la persona, hasta el punto de ser considerado más como un trastorno psicológico que digestivo.

Las emociones desempeñan un papel fundamental en los trastornos entéricos. Casi todos los pacientes con síndrome de colon irritable presentan problemas mentales, emocionales como ansiedad, fatiga, agresividad, depresión o alteraciones del sueño. Una diarrea puede ser resultado del miedo, que multiplica los estímulos sobre los circuitos productores de seretonina.

Los científicos consideran que el sistema nervioso entérico (nuestro segundo cerebro) puede memorizar ciertas emociones y sufrir de estrés; entonces las neuronas intestinales no solo controlan la digestión; ellas también producen sustancias psicoactivas que influyen en el estado de ánimo. En el intestino, donde se conectan las realidades interna y externa, se pueden retener aspectos de la propia personalidad que da miedo liberar…

“El cuerpo expresa lo que la boca calla”…

·         Malvina Mierez – Ricardo Labrone: Neuro-Entrenadores de Grupo Ciemec

·         (@grupo.ciemec)