Duérmete mi niño…

 Es bien sabido que dormir bien proporciona una gran cantidad de beneficios para la salud. La restauración fisiológica, bioquímica y cognitiva incluye una mejor función cardíaca, el mantenimiento hormonal y la reparación celular, y la mejora en el rendimiento de la memoria. De la atención y de las respuestas motoras.

Básicamente, dormir brinda al cuerpo la oportunidad de hacer frente a todo lo que pasó durante el día de actividades. En los ámbitos emocionales, cognitivos y motor, el nivel óptimo se expresará cuando el buen descanso se respete de manera habituada.

El descanso nocturno es una conducta, consiste en aproximadamente 5 ciclos, cada uno con etapas específicas, en las que suceden procesos particulares específicos para la restitución adecuada de las funciones del sistema nervioso para la jornada del día siguiente.

Cuando interrumpimos el sueño por acostarnos tarde o levantarnos temprano no podemos completar adecuadamente el último cuarto de todo el descanso, etapa en la que se produce intensamente la reparación mental o psicológica. El descanso regulado por el reloj circadiano protege, desarrolla y consolida nuestra memoria.

Si no alcanzamos las últimas fases del sueño, lo que sucede cuando dormimos seis horas o menos, nuestras funciones cognitivas, como el aprendizaje y la memoria se deterioran. Se sabe que también se altera nuestro estado de ánimo y con ello la calidad de nuestras decisiones.

El sueño cumple también con la función de efectuar una limpieza de los desechos metabólicos y prevenir enfermedades neurológicas. La consecuencia de una deuda crónica de sueño es llamado “Jet lag social”, una ralentización de la concentración y una merma en el rendimiento de los sistemas corporales. Somos una sociedad de descanso insuficiente.

El descanso se necesita para el funcionamiento óptimo de numerosos procesos biológicos. Influye en la actividad del sistema inmunitario, el correcto equilibrio hormonal, la salud mental y emocional, el aprendizaje y la memoria, y también en la eliminación de toxinas del cerebro.

La privación del sueño altera emocionalmente a las personas. Tendemos a recordar más los eventos negativos y además efectuamos interpretaciones más pesimistas, en algunos casos, con tendencia al desarrollo de depresión.

En promedio, las personas duermen de una a tres horas menos que lo que dormía tres décadas atrás. Quienes padecen un déficit crónico de sueño pueden no darse cuenta en absoluto de su cansancio abrumador.

La realidad de las personas que se sienten cansadas y agotadas todos los días porque no entienden cómo manejar su sueño, traicionadas por su ignorancia sobre los mecanismos del intrincado reloj biológico que funciona en nuestro interior, es muy dificultosa. Muchos piensan que estar alicaídos, apáticos y tristes debe ser la condición humana normal, o que puede atribuirse al aburrimiento, a las comidas pesadas, a la presión ambiental o a la carta astral.

Muchas personas continúan chequeando e-mails o mirando televisión a la medianoche, sin saber que están despiertos cuando su reloj biológico pide suspender toda actividad consciente. La tecnología nos ha desacoplado efectivamente del día normal de veinticuatro horas hacia el que nuestros cuerpos evolucionaron llevándonos a dormir más tarde, la luz artificial que impacta sobre la retina entre el crepúsculo y el descanso ejerce el efecto fisiológico de inhibir las hormonas que promueven el sueño (Melatonina). Cuanto más iluminamos nuestras vidas, menos dormimos.

Dormir es esencial para nuestro bienestar por lo que es vital que aprendamos más acerca del impacto que tiene nuestro consumo de luz y otras maneras en que nuestra sociedad de veinticuatro horas afecta el sueño, los ritmos circadianos y la salud.

Debemos usar este nuevo conocimiento para desarrollar intervenciones técnicas y conductuales para mitigar los efectos nocivos de algunos hábitos.

Malvina Mierez – Ricardo Labrone: Neuro-Entrenadores de Grupo Ciemec

(@grupo.ciemec)