El culto a los antepasados probablemente es tan antiguo como la propia humanidad y aún perdura en distintas fiestas y tradiciones.
Cada tres años y siempre durante el mes de agosto, los indonesios de la isla de Célebes celebran un ritual llamado Ma’nene, en el que la gente exhuma los cuerpos de sus familiares difuntos para limpiarlos, peinarlos y cambiarles la ropa; también les hacen ofrendas y los exhiben, en posición yacente o atados de forma que se muestren como si estuvieran de pie.
Después, vuelven a inhumarlos con toda solemnidad. Para estas personas se trata de un modo de honrar la memoria de sus familiares y asegurarse la protección de sus espíritus; si no cumplen con el ritual, les llegará la desgracia en forma de malas cosechas, reveses económicos, enfermedades…
El carácter periódico de esta costumbre exige tomarse mucho trabajo para preservar los cuerpos de la mejor forma posible. Al morir, los finados son envueltos con varias capas de tela bien prieta, y se les cambia el ataúd cada vez que son desenterrados, además de extraérseles los órganos descompuestos con el tiempo. Los cadáveres han de aguantar para futuros Ma’nene.
Y llegó Halloween
En muchos otros países también se celebran rituales de veneración de los difuntos. Es el caso de México y su Día de Muertos, una festividad donde la música, la luz y la comida sirven para recordar los momentos compartidos con los familiares ya fallecidos. O el de Japón, donde existe una ceremonia nocturna llamada Bon, en la que los participantes se visten con trajes tradicionales y se reúnen para venerar y dar la bienvenida al espíritu de sus ancestros con bailes y desfiles alegres. Son celebraciones íntimamente emparentadas con la del Día de Todos los Santos, en España, aunque en los países occidentales se va perdiendo su carácter religioso y son cada vez más motivo de fiesta sin otra intención que pasarlo bien, como se hace en el ya global Halloween.
Según algunos expertos, el culto a los ancestros también podría explicar el origen de algunos antiquísimos complejos megalíticos. Así, un equipo de de investigadores de la Universidad de Múnich sugiere que las estructuras pétreas de ZoratsKarer, erigidas en una altiplanicie de Asia central, cerca de la localidad de Sisian, eran una inmensa necrópolis. De hecho, en los alrededores se han localizado tumbas de distinta antigüedad.
La antigua capital de los antepasados
No obstante, otros científicos apuntan que este enclave, también conocido como el Stonehenge armenio, podría tener una finalidad astronómica. Alzado hace 7.500 años, está formado por 220 menhires de basalto que se distribuyen en un círculo central y en varios brazos adyacentes. Así, se ha encontrado una correlación espacial entre algunas piedras y la posición del Sol al amanecer y el ocaso en los solsticios y equinoccios.
Además, algunas presentan un agujero circular en su parte superior, de unos 4 centímetros de diámetro, que pudo servir como anclaje para algún tipo de estructura. Curiosamente, ninguna de las piezas del círculo central posee esta perforación, lo que también ha llevado a pensar que pudieron tener un propósito de tipo ritual, pero no hay nada seguro.
Los monolitos podrían haber servido igualmente para reforzar una antiquísima muralla formada por escombros que protegería una ciudad, una especie de capital de los muertos. De ser cierto, esto podría explicar por qué el lugar está salpicado de rocas, que hoy se encuentran esparcidas por el suelo, pero que aún no han podido ser catalogadas.
Fuente: https://www.muyinteresante.es/curiosidades/preguntas-respuestas/donde-se-venera-aun-a-los-muertos-471518074890